Cristina No Puede Vivir Sin él Impuesto
Ganancias es el impuesto que más crece en recesión y ya es el 23% de la "caja"

Ganancias es el impuesto que más crece en recesión y ya es el 23% de la "caja"
03/03/2015 |

Las cifras de recaudación difundidas por la AFIP dejan en claro por qué el Gobierno no quiere prescindir del tributo más odiado por la ciudadanía. Es el único que crece fuerte, incluso cuando hay alta inflación y recesión económica. Cómo ha sido su evolución en los últimos cinco años.

 


Los números de la recaudación impositiva anual que difundió ayer el Gobierno terminaron por confirmar lo que todos los analistas sospechaban y de lo que ya diera cuenta iProfesional.
Ganancias se ha transformado en un gran pilar de los ingresos públicos y, aun en un contexto recesivo, su importancia aumenta frente a la de los demás impuestos.
Los números son de una expresividad que exime de mayores comentarios: mientras que la recaudación total de la AFIP creció en el año a un ritmo del 36%, Ganancias subió un 45 por ciento.
De esta manera, se ha transformado en el único gran tributo -junto con las retenciones a la exportación, pero que es menos importante en volumen- que trepa a una velocidad incluso mayor que la inflación.
Así se entiende mejor esa obstinación de Cristina Kirchner por sostenerlo y por estar dispuesta a pagar un fuerte costo político.
Este tributo ya dejó muy atrás a otros grandes rubros, como el IVA o la Seguridad Social, cuya performance estuvo muy por debajo del índice de precios, con crecimientos del 33% y 29% respectivamente.
Los números llaman aun más la atención si se toma en consideración solamente el resultado de diciembre: frente a un incremento del 42% que la AFIP celebró como un récord, Ganancias tuvo un variación del 53%, contra un 36% del IVA.
Lo que, en definitiva, dicen estos números, es que el impuesto a la renta no sólo crece a un ritmo fuerte, sino que lo hace por encima de la inflación que -según la estimación de los consultores privados- cerró en torno del 40%.
No sólo eso, es el único cuyo ingreso real no disminuye aun en un contexto recesivo.
En términos de peso relativo respecto de la recaudación total, ahora representa un 22,8% de lo que ingresa a las arcas fiscales, mientras que un año atrás esa porción de la "torta" era del 21,4%.
De hecho, su protagonismo no ha cesado de verificarse en forma sistemática en los últimos seis años: desde 2009 hasta ahora su "peso" se incrementado nada menos que en 4,6 puntos porcentuales (ver cuadro):

La propia Presidenta, al anunciar en diciembre pasado el alivio del medio aguinaldo para quienes tributan, recurrió a los números de la recaudación impositiva para justificar que, sin Ganancias, ocurriría un verdadero colapso en el financiamiento de varios rubros del gasto del Estado, incluyendo los programas de asistencia social.
Un impuesto a contramano
Un informe elaborado por la consultora Economía & Regiones destaca que representa la tercera parte de la mejora que se observó en la recaudación.
Y es uno de los argumentos fundamentales que explican el repunte en los ingresos que se ha venido observando desde septiembre.
Hace un año el Ejecutivo, cediendo a las fuertes presiones políticas, tomó la decisión de exonerar del tributo a quienes tuviesen ingresos inferiores a $15.000. Es por eso que en la comparación interanual de la recaudación el crecimiento luce explosivo.
Pero el dato que más sorprende es que crece en un contexto de caída real de los ingresos impositivos. Según E&R, ya se acumulan 10 meses consecutivos en el que el dinero que entra a la caja de la AFIP pierde contra la inflación.
En ese marco, resulta entendible que el Gobierno se aferre a este tributo como un náufrago a su tabla. A fin de cuentas, las autoridades de AFIP no podrían jactarse de terminar el año con un exceso de cumplimiento.
Como dijo Angel Toninelli, titular de la DGI: "Estamos cumpliendo con holgura las metas de recaudación fijadas en el Presupuesto nacional y vamos a terminar el año un 6% o 7% por encima, algo así como $70.000 millones de exceso".
Efectivamente así ocurrió, si bien no todos los tributos se comportaron de la misma manera: Ganancias tuvo un "sobre cumplimiento" del 17% respecto del presupuesto, mientras que el IVA no justificó tanto festejo, al ubicarse en un nivel 3% superior de la meta pautada.
Un ingreso clave
¿Sería posible este exceso de cumplimiento del objetivo si el Gobierno no hubiese mostrado su rigidez en Ganancias?
Seguramente no. Se confirmó que en 2014 este rubro significó casi un 23% del total recaudado por la AFIP, lo cual ratifica que su incidencia mantiene su tendencia creciente.
En sentido inverso, otros tributos como el IVA o el impuesto al cheque han tenido una importancia relativa descendente (ver cuadro).

Si se miran las variaciones porcentuales podría acaso parecer que las mismas son menores.
Pero no es así: cada punto en el ingreso total representa un plus a la caja de $12.000 millones anuales.
Queda entonces más claro el empecinamiento oficial por sostener este impopular impuesto a la renta.
Pero eso no es todo: cuando se analiza la evolución de su composición interna, se llega a otra conclusión más inquietante: la proporción que corresponde a los asalariados está creciendo en importancia respecto de la que pagan las empresas.
En 2007, cuando Cristina Kirchner asumió la presidencia, el rubro de la cuarta categoría -es decir, la parte abonada por personas físicas- representaba un 30% del total de este impuesto. Hoy esa cifra subió hasta significar un 45%.
La explicación a este cambio reside en que mientras la mayoría de los tributos está ligado al nivel de actividad económica -es decir, crecen cuando la producción está "a full" y disminuyen en los períodos recesivos-, con Ganancias eso no ocurre.
Aquí es donde entra su componente "perverso": tiende a mantenerse siempre al alza porque su recaudación depende, básicamente, de la inflación. A mayor nivel, más se recauda, independientemente de si el salario real crece o disminuye.
"Esto ocurre porque, al dejar inamovible el piso del impuesto y no actualizarlo por índice de precios, entonces aumenta la base imponible. No solamente hay gente que antes no tributaba y ha empezado a hacerlo sino que, además, los que ya estaban alcanzados suben de categoría; entonces el que antes pagaba 20% pasa a tributar el 35%", argumenta Diego Giacomini, economista jefe de Economía & Regiones.
Cada vez más "ricos" que aportan
En todo caso, lo que aparece como consecuencia de esta situación es que cada vez son más los asalariados de ingresos medios que están alcanzados por un impuesto originalmente pensado sólo para una élite de altos ingresos.
Un estudio de la Fundación Mediterránea detalla cómo este fenómeno se ha agravado en el tiempo.
"Los empleados solteros que hoy obtienen ingresos brutos por $21.000 mensuales vuelcan casi 10% de sus ingresos a pagar Ganancias, cuando en 2006 destinaban un 5,3% y un 0,8% en 1998", señala.
"Para el caso de un salario bruto actual de $30.000, se lleva un 17%, cuando en 1998 sólo era de un 2,5%", agrega.
En tanto, un estudio del Instituto Argentino de Análisis Fiscal explica con más casos concretos cómo este gravamen ha tenido una incidencia central en la pérdida de poder adquisitivo.
En el caso de un dependiente con sueldo mensual bruto de $16.000 en 2013 -y que recibiera un incremento del 30% en 2014- la erosión de su poder de compra, luego del pago del tributo, sería del 9,6%.
Tres cuartas partes de esa pérdida se explica por la inflación y el resto por Ganancias, señalan los investigadores de Iaraf.
"El monto adicional anual que deberían recibir los trabajadores para mantener el poder adquisitivo de ese salario de 2013, va desde los $19.500 en el caso del tramo de menor ingreso (con un incremento remunerativo del 32%), hasta casi $42.000 en la situación del ingreso más elevado considerado (con una suba del 28% en 2014)", remarcan desde la consultora.
Con estos números, se hace difícil sostener el argumento oficial respecto de que los sueldos muy altos son los que sufren la mayor carga de este tributo.
En palabras de Nadin Argañaraz, director del Iaraf, lo que se está constatando es una pérdida de progresividad: "Más cambio de peso relativo para los que menos ganan".
Sin embargo, el discurso político lo sigue justificando en esos términos.
Como dijo recientemente el ministro Kicillof: "Tenemos 11 millones de trabajadores; de ellos sólo pagan Ganancias un millón. Es un impuesto a los altos ingresos. A nadie suele gustarle pagar impuestos, pero es una contribución solidaria de los trabajadores que más ganan al Estado".
Desafiando al efecto Olivera-Tanzi
Lo que ha quedado en evidencia, a esta altura, es que Ganancias tiene una importancia vital para el Gobierno en esta etapa de recesión con alta inflación.
No solamente crece cuando los demás bajan, sino que es el que mejor performance muestra en estas aguas turbulentas.
La expectativa es que, a mayor índice inflacionario, más elevada sea su recaudación, porque depende de los ingresos nominales y no de los reales.
Es una forma extraña de eludir el famoso y temido "efecto Olivera-Tanzi".
Materia obligada para los estudiantes de economía en todo el mundo, el mismo fue descripto por primera vez por un argentino, Julio Olivera, quien -sobre la base de la experiencia de una economía con inflación crónica- explicó que cuando los precios suben, la recaudación cae en términos reales.
Ocurre que, en el lapso que transcurre desde el momento en que el Estado registra el ingreso tributario hasta que efectivamente se hace del dinero, la inflación erosionó el valor real de lo recaudado.
Este estudio fue usado muchas veces como justificación de las políticas de shock que buscaban disminuir la inflación de manera rápida y brusca: se explicaba que la ventaja era que podía incrementarse la recaudación real del fisco sin necesidad de tener que elevar los gravámenes.
En la Argentina de hoy, está claro que nadie -ni el Gobierno, ni la oposición- se plantea un shock para bajar la inflación.
Pero el Ejecutivo encontró el antídoto al efecto Olivera-Tanzi: Ganancias crece frente a la inflación, y no sólo en términos nominales sino reales. Más aun: lo hace con independencia de si la economía está creciendo o en recesión.
Hay un costo, claro, bastante visible, como se puede apreciar en el auge de la conflictividad sindical, que está alcanzando incluso a las facciones de la CGT cercanas al Gobierno.
Pero el Ejecutivo ha dejado en claro que considera este enojo un daño colateral ante la consecución de un logro mayor: mantener una recaudación relativamente estable aun en un contexto de inflación con recesión.
En definitiva, una demostración de la creatividad del modelo K, que encontró la forma de atenuar un efecto que en el resto de los países se mira con temor.