Sociedad
Reporteros gráficos o una raza aparte

Reporteros gráficos o una raza aparte
18/06/2014 | ¿A quién le importan los fotógrafos? Se supone que vivimos en la cultura de la imagen, y sin embargo dentro de las redacciones la valoración de estos profesionales resulta –por lo menos- despareja. ¿Cómo se manejan hoy las secciones de fotografía de los diarios? ¿Funcionan en equipo con los periodistas?

 ¿O trabajan más cerca de Diseño? ¿Qué percepción tienen los reporteros gráficos de su propia labor? ¿Y por qué no les preocupa tanto aquello de que “hoy, con el celular, cualquiera te saca una foto”? Diario sobre Diarios (DsD) pretende responder todas esas preguntas y descubrir en ese camino quiénes son y cómo piensan los jefes de fotografía de los principales matutinos argentinos. Los editores jefes de tres matutinos porteños eligen entre las fotografias que editaron, aquellas que más le gustaron.

La Nación, Clarín y Página/12 tienen algo en común: sus jefes de fotografía rondan los cuarenta años y son relativamente nuevos en sus cargos. De hecho Fernando Gutiérrez (La Nación), Sebastián Alonso (Clarín) y Adrián Pérez (Página/12) podrían representar muy bien el reciente recambio generacional que se vive en las redacciones.

Los tres profesionales tienen extensas trayectorias –entre una y dos décadas- en sus respectivos medios, y los tres supieron desarrollar a la par, durante ese tiempo, algún trabajo fotográfico de corte más autoral.

Al mando hoy de las secciones de imagen de matutinos de primera línea, coinciden en un concepto clave: casi tan importante como una buena foto es el trabajo en equipo con los redactores, una meta que según advierten sigue demandando un esfuerzo enorme.

Poco parece importarles, en cambio, la revolución que puede haber significado la fotografía digital en tanto “democratizadora” de la capacidad de captar y publicar imágenes. Al fin y al cabo –dicen- un amateur con el dispositivo indicado puede sacar una foto decente, eso es cierto. Pero la presencia de un reportero gráfico siempre va a hacer una diferencia, y lo que va a salvar a la profesión no es otra cosa que la calidad.

Por eso lucen tan tranquilos: porque saben que los medios que mandan a las notas al redactor con su camarita van a terminar pagando algún día un precio carísimo por esa decisión.


Del rock a la actualidad caliente


Fernando Gutiérrez fue por años fotógrafo y editor de foto de la revista Rolling Stone, donde empezó a colaborar desde el número cero.

“Ahí hacíamos mucha actualidad, muchos temas sociales, los Sin Tierra en Brasil, le saqué fotos hasta a Lula en la selva”, recuerda. Sin dejar Rolling empezó a participar de otros proyectos en el Grupo de Revistas La Nación, y así llegó el turno de Brando primero, hasta que fue nombrado director de fotografía de todo el Grupo, un puesto que antes ni siquiera existía.

“La decisión desafió la estructura jerárquica de la editorial, implicó un respeto especial por la fotografía”, explica Gutiérrez, que destaca que el trabajo con Víctor Hugo Guitta –anterior director del Grupo, hoy al mando de Ana D’Onofrio- fue de lo más fructífero en cuanto a integrar equipos, revisar métodos y mejorar las producciones más complejas.

En esos años Fernando no dejó gatillar para Rolling, es más: muchas tapas seguían a su cargo. “Nada mejor para jefe que alguien que venga del palo, que sepa lo que puede pedir porque él mismo lo hace o tuvo que hacerlo alguna vez”, sostiene.

Hace tres años que Gutiérrez fue nombrado jefe de fotografía de La Nación. Entonces reemplazó a Alejandro Querol, quien hoy es editor de la revista Hola.

El nuevo cargo de Fernando implicó desde el vamos la dirección del área en el diario papel, todos sus suplementos y la revista dominical. En total, entre fotógrafos y editores, trabajan en el equipo unas cincuenta personas.

Cuando llegó al cargo –asegura- había bastante caos. “Conflictos, desprolijidades, los vicios de toda redacción: gente valiosa que había quedado relegada por algún castigo viejo, poco trabajo en equipo, cientos de problemas organizativos, todo muy desgastado”. “Por eso lo primero que hubo que hacer, antes incluso que pensar en la calidad de las fotos, fue trabajar con la gente”, dice. “Y siempre teniendo en cuenta que los fotógrafos somos ñañosos, egocéntricos y muy corporativos”.

“Fuimos mejorando la relación con la redacción, buscando algo tan básico como que cuando se genera la nota, el fotógrafo charle con el periodista. ¿Antes que pasaba? Se llenaba una fichita que apenas decía: ‘Talcahuano a tal altura, 16 horas’, y el fotógrafo no tenía idea de qué tenía que hacer. Entonces se quejaba: ‘Esto no es una verdulería’”.

“Tenemos que darnos cuenta de que si organizamos bien la nota el mayor beneficiado es el periodista. Porque el trabajo en equipo garpa siempre. Pero hace falta todavía un cambio cultural, las estructuras de los diarios siguen siendo muy verticales” agrega.

La nueva redacción de La Nación en Vicente López –preciosa, enorme, toda rodeada de ventanales, muy actual- cuenta con una sección de “Arte” que engloba las áreas Fotografía, Diseño e Infografía. “No sé si estoy tan de acuerdo con eso”, reflexiona Fernando. “Creo que foto debería ser independiente. Al momento de hacer la puesta en página el editor de foto tiene que estar ahí, esa no es una tarea del diseñador”.

En cuanto al estilo de fotografía que le imprime al diario, Gutiérrez marca: “antes absolutamente todo tenía que tener su foto, aunque fuera así de chiquita, era una obligación. Hoy entendemos que eso no hace falta. Nos inclinamos por un diario de estilo europeo, más sencillo, tal vez sin tantas fotos, pero más grandes y mucho más significativas”.


“Mi trabajo principal es la tapa”


“Yo creo que el trabajo de los fotógrafos en las redacciones cambió, y cambió mucho. Es claro que los departamentos de fotografía siempre fueron fundamentales para las empresas periodísticas, pero esa importancia fue mutando. Hubo hitos: el peronismo, la Segunda Guerra Mundial, el regreso de la democracia, entonces las fotos se volvieron todavía más centrales. Y en los ’80 se dio un giro estético notable, que para mí lo encabezó la agencia DyN de la mano de profesionales como Dani Yako”, repasa Sebastián Alonso, jefe de fotografía de Clarín.

“Hoy la imagen, en cierto punto, se democratizó. La foto de tapa del diario puede ser tomada por un tipo que andaba en la calle con su teléfono. Y tampoco podemos ir contra eso: si el tipo estaba ahí, si la foto está, yo tengo que privilegiar esa imagen, que sigue siendo un documento presencial” asevera Alonso.

“Lo mismo pasa con el tema de los redactores: si un periodista va a entrevistar mañana al Papa y va a ser el único que está ahí, si yo le dijera que no saque fotos estaría atetando contra el producto que trato de hacer. Ahora: lo que no me parece bien es planificar de antemano una cobertura de una sola persona”, explica.

Según Alonso, hay que resignificar el rol del reportero gráfico. “Hoy no podemos ir a todos los lugares donde nos gustaría. Pero cuando estamos, cuando llegamos, hay una diferencia a favor del fotógrafo, por más que esté en una pelea despareja contra la gente con sus teléfonos, contra las redes sociales, contra los canales de noticias. El reportero gráfico tiene que poner todo: su mirada, que más que la de la inmediatez es la de la profundidad, una mirada de fondo. Y pensar también que el diario hoy no es solamente papel: está la web. Por eso tiene que poder armar fotoreportajes, multimedia, trabajar en diferentes plataformas”.

Sebastián entró a Clarín en 1994, cuando la empresa tenía el proyecto de crear un suplemento a color para el mundial de fútbol. Estaba estudiando Comunicación en la UBA –carrera que retomó hace unos años-, y entonces lo llamaron para trabajar en la organización del archivo fotográfico ad hoc.

Un año después se lanzó El Gran DT y Alonso pasó a ser editor junior de esa revista, trabajando codo a codo con Jorge Durán. Cuando en el ’96 se lanzó Olé ya se incorporó a ese staff –también con Durán, y con Ricardo Cárcova- y comenzó además a hacer algunas fotos, “aprendiendo de los maestros que tenía al lado”, cuenta.

En 2005 se sumó a Viva, donde fue editor por unos cinco años, hasta que en 2011 empezó a trabajar en el diario como editor de tapas. “Y desde el año pasado, que se fue Jorge Durán, soy jefe de fotografía de Clarín”, remata.

En Clarín trabajan unos 30 fotógrafos de staff más unos seis o siete corresponsales en el interior y tres en el exterior que abastecen de imágenes a Clarín, Muy, La Razón y Olé, con sus respectivos suplementos y revistas. Entre fotógrafos y editores, suman en total unos 60 profesionales.

“Con Diseño tenemos estructuras separadas”, detalla Alonso. “El tema es que la convergencia nos unió en un área que se llama ‘Mesa Visual’ que agrupa a Fotografía y a Diseño, hoy a cargo de Gustavo Lovalvo. Pero no hay una jerarquía de un área sobre la otra” añade.

“A mí me parece que en los últimos años se fue pasando a un periodismo de escritorio”, señala. “Un periodismo en la calle implica tener sí o sí un periodista y un fotógrafo. ¿Si hay tensiones entre uno y otro? Sí, las hay. Hay lugares a los que vamos juntos, lugares a los que vamos separados, lugares a los que nosotros vamos y ellos no, y viceversa”.

“Nosotros tenemos un staff numeroso y hay cuestiones prioritarias que ameritan tener que estar, lo que anula toda nota que pueda ser reprogramada, o notas de menor valor que una noticia que puede llegar a la tapa. Porque la prioridad la sigue teniendo la tapa”.

“Gente tenemos”, insiste. “Lo que pasa que muchas veces lo que cada sección tiene pedido hacia fotografía se va incrementando durante el día. Espectáculos va pidiendo más notas, o iEco, o la revista de Pymes, o Arquitectura. Y llega un momento en donde a lo mejor no tenés fotógrafos, porque están todos en la calle. Yo no le echo la culpa a nadie, pero me parece que hay falta de coordinación y falta de periodistas en la calle” explica.

Desde que comenzó el proceso de convergencia de la web con el papel, Clarín tiene una redacción matutina mucho más grande.

“Yo también estoy entrando más temprano, a la mañana hay reunión por la web, ya a las nueve se hace un refresh. En foto participamos de esa reunión y vamos viendo con qué fotos contamos para el resto del día en la web y qué vamos a tener para el papel. Después, a la una de la tarde, se hace otra reunión donde cada sección propone qué va a llevar a la tapa. Mi laburo más importante es la tapa del diario, donde tiene que estar la mejor fotografía de cada sección como propuesta nuestra”.

De acuerdo a Sebastián, lo fundamental que tiene que tener una foto de Clarín es funcionar como una especie de “ventana” que dé información sobre la noticia. Por ejemplo: las fotos que tienen planos muy cerrados de personas no sirven, salvo que hablemos de alguien muy importante. La imagen tiene que poder mostrar qué pasó sin que sea una cosa abrumadora y confusa.

“Que haya un equilibrio entre la cantidad de elementos y la legibilidad –concluye-. Ésas son las fotos que elijo”.


Página por Página


“La era digital ha levantado polvo. Como cuando hay una caravana y se desparrama la tierra, y los que van al final no pueden ver el paisaje con claridad. Me parece que el fotoperiodismo está en un período de confusión muy grande.”. Quien habla es Adrián Pérez, jefe de fotografía de Página/12.

“Página no hace una avanzada sobre fotografía en el sentido de que los redactores anden con sus propias cámaras, eso para nada. Pero sí peca de valorar poco a la sección, de no aprovecharla en todo su potencial” señala Pérez.

Tal vez tenga que ver con algo que marcó sus inicios, cuando el diario no tenía un staff suficientemente grande como para darse el lujo de competir con otros en cuanto a cantidad de fotos de actualidad. Entonces comenzó a hacer algo que funcionó, que tenía que ver con tomar fotos distintas, con otra mirada, que luego se usaban ‘opinando’. Hablo de la época de Miguel Martelotti, Adriana Lestido, Tony Valdez, como fotógrafos del diario. Esa dinámica hoy se volvió anacrónica, pero quedó instalada desde el director hasta los editores. Por eso Página/12 es un matutino que no termina de entender cómo ‘usar’ a su staff fotográfico”.

Hoy trabajan en el diario unos diez fotógrafos, que se organizan en diferentes turnos de seis horas por día. Radar y Las/12 tienen algunos colaboradores especiales. Y también hay cinco colaboradores de los que según Adrián “se echa mano todo el tiempo”.

“Para la escala de Página esa cantidad de gente está bien”, sostiene. “El problema es que hay redactores que pueden ser excelentes, pero como siempre trabajaron acá no terminan de entender que el fotógrafo es su compañero de nota. Eso, sumado a esa sinergia histórica que tiene Página de no cubrir la actualidad más caliente y pensar que con una foto de archivo se resuelve, termina haciendo mucho daño”.

“A ningún redactor del Washington Post, ni en el más etílico de sus momentos, se le ocurre ir a una nota sin fotógrafo. Pero en Página viene un redactor y te cuenta que Kicillof se reunió con Débora Georgi y toda la cámara automotriz brasileña y que ‘ahí mandan por mail una foto de prensa’. Y todo orgulloso lo dice. Es un error de concepto atroz, porque resuelve el espacio pero va invalidando la necesidad de su compañero de laburo” señala Adrián.

Pérez trabajaba como fotógrafo freelance en su Tucumán natal cuando en el ’97 cubrió para Página/12 el juicio por el asesinato de María Soledad Morales. Quien entonces era jefe de fotografía del diario, Diego Giúdice, le ofreció entonces viajar a Buenos Aires y sumarse al staff de reporteros de prensa, pero en ese momento Adrián no aceptó.

“Meses después Diego viajó a Tucumán a cubrir el tren Duhalde-Ortega, nos conocimos, reiteró la oferta, y ahí le dije que sí. Y me vine” recuerda Adrián.

Trabajó como fotógrafo primero y como editor después. “ Hasta que el año pasado el anterior jefe de la sección dejó de trabajar en el diario. Y quedamos los dos subeditores, Gonzalo Martínez y yo, a cargo de una suerte de interinato. Hasta que hace unos diez meses me llamó Ernesto Tiffenberg para ofrecerme la jefatura de fotografía” recuerda Pérez.

“Dicen que hay una crisis del fotoperiodismo en todo el mundo: es mentira. El Washington Post, el New York Times, incorporan cada vez más profesionales. Fotografía es una sección cara: necesita de equipos, de traslados, y en la evaluación de costos eso empieza a hacer un ruido. Página/12 por suerte no tiene esa línea, pero a mí me cuesta horrores conseguir equipo”, advierte.

“Yo lo chicaneo a Tiffenberg cada vez que baja a ver una foto de tapa y dice: ‘Pero che, ¿por qué esta foto es de Télam?’. ‘Y… –le respondo- porque el fotógrafo de Télam tenía el tele que yo te vengo pidiendo cada semana” dice Pérez.

Otra cuestión que no se entiende, según Adrián, es que fotografía es en el diario una sección periodística: “Nos ligan con diagramación, pero nuestro lugar es la redacción. De hecho yo les tengo prohibido a los editores periodísticos señalarme en el monitor qué foto quieren”.

La tapa de Página/12 puede ser indistintamente una foto de día, un dibujo, un montaje.

Pero Pérez no es tan amigo de los montajes. “En realidad el director me llama a cierta hora, o yo lo llamo, y le pregunto con qué vamos. Supongamos que fue el paro de Moyano. Y él dice: ‘Olvidate, vamos con un dibujo de Daniel Paz’. O: ‘búscame un camionero y Moyano, para que montemos la cara’. Y yo busco las fotos que pueden llegar a componerlo. El montaje yo no lo hago. Lo hace un diseñador. No es que esté en contra, cuando la idea es buena está bien, Página ha tenido montajes que dieron la vuelta al mundo: Videla con el traje a rayas, por ejemplo. Pero yo soy un fotoperiodista clásico, y creo que sería mejor una foto de lo que ocurrió aquel día. Si hay un montaje brillante, bien, o un dibujo fantástico de Daniel Paz, bien. Esa es la flexibilidad que tienen nuestras tapas. Pero a mí me gustan las fotos, lo que no quiere decir que hago una rabieta cada vez que Tiffenberg me pide tres imágenes para montarlas. Busco las tres mejores fotos que encuentro, las edito, y el montaje se hace”.

¿Qué se pide hoy a los fotógrafos de Página/12?

“Calidad técnica ante todo. Eso se ve en la composición, en el encuadre, en la exposición, en la medición de la temperatura de la luz, en un montón de cosas. Pero a la vez que haya relato, que el observador entienda que puede estar pasando y que eso esté plasmado, que haya en las personas lenguaje corporal. Y la luz, que es lo más importante de todo, es la herramienta. Que esté bien usada y bien expuesta, bien aprovechada. Que haya información” responde Pérez.

“Un fotógrafo aplomado, sólido, debería poder resolver una conferencia de prensa en lo que antes eran dos rollos, unas 70 u 80 fotos, salvo, por supuesto, que alguien levante una silla y se la parta en la cabeza a otro, lo cual incrementaría todo. Cristina visitando una obra –llega, escenario, saludo a la gente, combi, más saludos- son unas 250 ó 350 fotos”, calcula Adrián con conocimiento de causa.

“A veces el trabajo debería ser más reflexivo. La llegada del equipo digital hizo al principio un pico inverso en cuestiones cualitativas, hasta que el fotógrafo se acostumbró a cómo responden las cámaras. Pero ahora se está nivelando al buen uso que los fotógrafos venían haciendo de la película”, concluye.

Detrás de la imagen

Cada diario tiene sus particularidades, eso está claro.

Pero hay esquemas de trabajo que en todos los casos funcionan de una forma más o menos parecida. Por ejemplo: los jefes de foto forman parte a las reuniones de editores, donde al igual que todos ellos “venden” los temas de tapa que a nivel imagen resultan más jugosos.

Pero según señalan, los periodistas parecieran a veces no darse cuenta de lo que implica salir a conseguir una imagen. “En un texto podés contar cualquier cosa, para hacer la foto tenés que estar ahí presente cuando los hechos suceden”, explica Gutiérrez. “Por eso lo peor es cuando no hay noticias. Los jefes de las secciones siguen proponiendo sus temas, pero a veces como fotógrafos no tenemos nada. Ahí arranca la odisea”.

“¿Qué hago en esas reuniones? –se pregunta Pérez-. Escucho, opino, puteo cuando la editora de política lanza cosas como: ‘Tenemos lo de Cristina atravesando la Plaza de Mayo en camisón y pantuflas’. Y entonces indago: ‘Esto va a pasar dentro de un rato’. “No –responde. Ya fue, a las tres de la tarde’. ‘¿Y el pedido de foto?’, digo. ‘No importa, está la de Télam’”.

Otro cambio: los fotógrafos de los diarios están trabajando cada vez más con pendrives y laptops para poder enviar inmediatamente el material. “Antes se daba más con las notas cercanas al cierre, o en coberturas especiales. Pero ahora, con la web, estamos todo el día con dispositivos móviles”, explica Alonso.

¿Lo peor para fotografiar, lo más aburrido, lo que nadie quiere hacer?

Todos coincidieron también aquí: las conferencias de prensa. “No son más que una puesta en escena –reflexiona Pérez-. Y al fotógrafo le gusta tomar imágenes de las cosas que pasan”. Estar ahí mismo: donde nace la noticia.