El Crimen De Angeles
"Soy el responsable fui yo", afirmó el portero

"Soy el responsable fui yo", afirmó el portero
18/06/2013 | Lo declaró el sábado a la madrugada, antes de quedar detenido. Creen que atacó a la chica cuando ella entró al edificio, al regresar de su clase de gimnasia. Ella murió aplastada en el camión de basura

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En la mira. El portero Jorge Mangeri, durante un traslado policial. Se quebró ante la fiscal cuando le mencionaban a su esposa: “Mi señora no tuvo nada que ver”, dijo. /EMMANUEL FERNANDEZ

 

“Soy el responsable de lo de Ravignani 2360. Fui yo”. Con esta frase, el sábado a las 5.15 de la madrugada el portero Jorge Mangeri (45) se convirtió en el principal sospechoso del crimen de Angeles Rawson (16). Hasta ese momento, para la fiscal Paula Asaro el hombre que tenía frente a sí era un testigo reticente (que habían llevado a declarar por la fuerza pública), muy sospechoso y contradictorio, pero testigo al fin.

Recién cuando el propio Mangeri –que había denunciado torturas y era revisado por un médico forense– pidió volver a declarar y confesó ante ella (y un secretario), todas las fichas contra el portero comenzaron a acomodarse y las sospechas contra el círculo familiar de la víctima se diluyeron.

“Mi señora no tuvo nada que ver en el hecho”, agregó Mangeri, recordando que el lunes 10, cuando Angeles desapareció luego de entrar a su edificio tras su clase de gimnasia, su esposa no se encontraba en el lugar. Rápida de reflejos, ante la confesión del portero la fiscal “interrumpió a Mangeri y le solicitó que guardara silencio y que lo que quisiera referir lo hiciera en presencia de su abogado defensor en el momento oportuno y ante el juez de la causa. Minutos más tarde, la fiscal dio aviso al secretario del juzgado interviniente”, se explicó ayer en un extenso comunicado de prensa de la Procuración General de la Nación.

Asaro hizo lo que marca la ley: Mangeri estaba declarando como testigo, bajo juramento de decir verdad (un requisito que no rige para los imputados), y sin un abogado. Si hubiera seguido hablando se sabrían más detalles de su versión de los hechos, pero todo habría sido declarado nulo.

En el comunicado de la Procuración no sólo se hilvanan los indicios que pesan contra el portero. También se oficializó, como adelantó Clarín ayer, que Angeles no murió estrangulada sino debido a las lesiones de compresión dentro del camión de la basura al que fue arrojada inconsciente.

La secuencia que dio vuelta el caso comenzó, según la fiscalía, “durante las últimas horas del (viernes) 14 de junio y las primeras del día 15”, cuando “Mangeri prestó declaración testimonial, para lo cual debió disponerse una orden de traslado por la fuerza pública, en virtud de las inasistencias injustificadas a las citaciones previas”.

El portero se contradijo muchas veces y denunció que había sido torturado por policías. Asaro suspendió entonces la declaración y ordenó que fuera revisado por un médico.

Pero los legistas que lo revisaron terminaron por sumar más sospechas contra él: “Refirieron que las lesiones que dijo haber sufrido antes de su detención por supuestos apremios ilegales, se corresponden en realidad con heridas que podrían haber sido realizadas por la víctima durante su defensa de un ataque. A la vez, se presentaban lesiones autoproducidas, posiblemente para enmascarar aquellas que habría sufrido inicialmente ”, detalla el comunicado.

Cercado por sus propias contradicciones y una coartada de “apremios ilegales” no avalada por los médicos, Mangeri solicitó una entrevista con la fiscal y dijo las frases que lo llevaron a salir del edificio esposado. Pero como no llegó a decir nada más, en el caso aún existen huecos importantes, como la mecánica del ataque y, sobre todo, el móvil. Ayer algunas versiones indicaban que Mangeri atacó a Angeles no para violarla sino como respuesta a una fuerte discusión en la que ella lo habría insultado. El le habría dicho a unos policías que no quería matarla, que fue “un accidente”.

En el pedido de indagatoria al portero (que ante el juez se negó a declarar) la fiscal describió que Mangeri “habría causado la muerte de Angeles Rawson horas después de haberla interceptado en el interior del hall del edificio sito en Ravignani 2360, en momentos en que regresaba de una clase de gimnasia a las 09.50 aproximadamente”. Y que “previo atarla de pies, manos y muslos, colocarle una bolsa plástica verde en la cabeza e introducirla en una bolsa tipo consorcio negra, la habría depositado en un container de residuos de la zona, para su recolección por los camiones compactadores”.

La fiscalía dio por acreditado que Angeles llegó a entrar a su edificio, pero nunca llegó a hacerlo a su departamento. Para sostener esto tomó el testimonio de la mucama de la familia, Dominga Trinidad Torres: “Precisó haber concurrido al domicilio de la víctima a trabajar a las 8.45 del 10 de junio de 2013. Indicó que habitualmente, los lunes, Angeles Rawson llegaba aproximadamente a las 10.45 y que sin embargo ese día no arribó ni le avisó nada. Además, negó que Angeles haya entrado a la vivienda sin que ella la viera”.

Para la fiscal Asaro, Jorge Mangeri –como él mismo lo reconoció– era una de las pocas personas que tenían acceso al sótano del edificio y que también trabajaba en el edificio situado enfrente: “En este último se estaban efectuando refacciones de cañerías, producto de lo cual los residuos del material eran sacados en bolsas de consorcio a la calle”, indicó la fiscal.

“ No sería extraño ver al encargado transportando bolsas de peso, como la que habría sido utilizada para descartar el cuerpo, parte de la cual fue secuestrada en el predio provincial del CEAMSE alrededor del cadáver”, agregó.

La fiscal también consideró que Mangeri sabía el horario de paso del camión recolector y que además solía comprar en el supermercado “Día” de la avenida Santa Fe entre Ravignani y Arévalo. “Este no es un dato menor. El cadáver de Angeles Rawson fue hallado con una bolsa color verde de esta cadena de supermercados ”, sostuvo.

Otro indicio: “Resulta por demás extraña la actitud posterior asumida por Mangeri, en el sentido de no saludar a la familia de la víctima a pesar de la trascendencia de la tragedia sufrida, y sobre todo cuando los conocía desde hacía 12 años a la fecha, amparándose en una enfermedad”.