2 BANDOS MUY DEFINIDOS
Muy incierto futuro de integración latinoamericana

Muy incierto futuro de integración latinoamericana
11/02/2013 | "El sinuoso camino de América Latina hacia un modelo de integración regional", se titula un informe difundido en la más reciente entrega del acuerdo colaborativo entre la escuela de negocios Wharton (Pennsylvania University) y Universia (proyecto de Grupo Santander).

Carlos Malamud, investigador principal para América Latina del Real Instituto Elcano, afirma que “la región está sumamente fragmentada” y el problema es que la CELAC no es capaz de resolver esas diferencias debido a que coinciden en la institución proyectos muy diferentes. “Por un lado están países como Venezuela o Cuba, interesados en crear una OEA sin EEUU y Canadá; por otro, países que tienen una voluntad genuina de convergir en una unión latinoamericana”, destaca.


MADRID (Wharton Universia). Mientras la crisis se ceba con un buen número de países, América Latina está viviendo una época dorada en cuanto a dinamismo económico y estabilidad política se refiere. Estos vientos favorables soplan desde 2003, “salvo por un pequeño parón en 2009, como consecuencia de la crisis financiera global, que afectó ligeramente a la región en comparación con crisis anteriores”, destaca Juan Carlos Martínez Lázaro, profesor de Economía de IE Business School. Y añade que al abrigo de estos nuevos aires, “América Latina ha tratado de dotarse de un modelo de integración regional tanto a nivel comercial, económico y político. Este proceso ya había comenzado hace unos 20 o 30 años, pero no había avanzado con la intensidad deseada y ahora se está acelerando”.

Prueba de ello son los numerosos movimientos dados en los últimos tiempos para forjar acuerdos comerciales y alianzas políticas a nivel regional, así como con otros países y bloques muy alejados de sus fronteras. Sin embargo, esta frenética actividad ha puesto de manifiesto la incapacidad latinoamericana para dotarse de un modelo de integración regional y la división existente en torno a cuestiones como la seguridad jurídica o el proteccionismo.

Estas divisiones se hicieron patentes por última vez durante la primera cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y de la Unión Europea (UE), celebrada en Santiago de Chile a finales de enero. En primer lugar, el Gobierno venezolano, apoyado por otros gobiernos populistas de la región, se oponía, en un principio, a incluir una alusión expresa al respeto a las inversiones en América Latina en el texto de la declaración final. Los venezolanos acabaron dando su brazo a torcer y las dos regiones reconocieron sobre el papel la importancia de contar con marcos reguladores "estables y transparentes" que proporcionen "certidumbre legal para los operadores económicos" en el contexto de impulsar inversiones de calidad social y medioambiental.

La UE estaba muy interesa en incluir este punto en la declaración tras el revés sufrido en 2012 por parte de activos españoles en la región. En concreto, la presidenta Cristina Fernández nacionalizó el pasado mes de mayo la petrolera YPF, que había estado hasta entonces en manos de la española Repsol, y su par boliviano, el presidente Evo Morales, expropió en diciembre dos empresas de energía pertenecientes a la española Iberdrola. El Gobierno argentino, además, se negó a negociar una indemnización por la expropiación del 51% de YPF, valorado por Repsol en unos 10.000 millones de dólares.

Un modelo de coordinación política

Más allá de la distancia que pueda separar la declaración de intenciones y el respecto con que se traten en el futuro las inversiones extranjeras, la cita en Santiago ha servido para que los latinoamericanos se pronuncien por segunda vez en su historia con una sola voz y libres de “la tutela extranjera”, tal y como se dijo en la cumbre inaugural de la CELAC en diciembre de 2011, en Caracas, Venezuela. Y es que ni Estados Unidos ni Canadá, presentes en otra organización regional de carácter político, la Organización de Estados Americanos (OEA) que reúne a 35 estados independientes de las Américas desde 1948, forman parte de la CELAC.

Pero a América Latina no le está resultando nada fácil transformar este nacionalismo latinoamericano, libre de injerencias, en un modelo de coordinación política. En opinión de Martínez Lázaro, fórmulas como la CELAC o el UNASUR (la Unión de Naciones Sudamericanas), “no acaban de cuajar porque no se tiene muy claro a dónde se quiere llegar o qué dirección tomar”. De ahí que exista, “una absoluta descoordinación y yuxtaposición de organismo, alianzas, etc. en que es muy difícil entender sus objetivos porque están superpuestos unos a otros”.