Política
De la disco de los enanos a las corporaciones

De la disco de los enanos a las corporaciones
04/11/2012 | El comienzo del libro es muy promisorio: "La Presidenta estaba por terminar una frase cuando apoyó las manos sobre la mesa y se levantó. Su ministro de Economía, Hernán Lorenzino, la imitó. Cristina Kirchner se había mostrado de buen ánimo aquella mañana en Olivos. Caminaron juntos hasta que Cristina se frenó delante de una puerta doble.

 Estiró los brazos para girar los picaportes y abrió. Axel Kicillof y Guillermo Moreno aparecieron sentados del otro lado. "Bueno, Hernán. Seguí con tu trabajo que ahora vamos a hablar de economía con Axel y Guillermo". Lorenzino los saludó y desapareció rápidamente por un pasillo que desembocaba en una calle interna de la Quinta. (...)".


Ezequiel Burgo -autor de 7 Ministros- acaba de presentar El Creyente - ¿Quién es Axel Kicillof? (Espejo de la Argentina/Planeta, 200 paginas), un texto ameno, de lectura veloz, que permite una mayor proximidad a un personaje de ascenso vertiginoso en el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, y hoy día de gran influencia en cuestiones vinculadas a la política económica y las decisiones que afectan los intereses de empresas, provincias, sindicatos...

Kicillof es un personaje pagado de sí mismo, que cree ser mucho más culto que lo que realmente es, un mejor teórico (en teoría, valga la redudancia) que ejecutivo, tal como lo deja en claro el libro en algún lugar.

Sin embargo, más allá de las conclusiones, hay curiosidades. Aqui 2 fragmentos del texto de Burgo, periodista que trabaja en el diario Clarín:


"Kicillof caminó las trece cuadras que van desde su casa a Nave Jungla, una disco de Palermo regenteada por enanos que se había puesto de moda a principios de los años noventa. Eran las doce de la noche y llegó solo. Apenas entró al lugar vio a Iván Heyn. Y a los amigos de Heyn. Saludó a todos con un beso. Pero no se quedó con ellos.

Era octubre de 2003. Kicillof se paró en la barra y desde ahí contempló la escena. Sonaba 'My friend', de Groove Armada. Un grupo de estudiantes bailaba en el centro de la pista. Celebraban los pasos de Heyn, el líder indiscutido de la noche. Se lo veía felíz a Heyn. Reía y regalaba abrazos. Iba de la barra a la pista. Abrazó a Alan Iud, que en un futuro no muy lejano sería el abogado de Abuelas de Plaza de Mayo. Heyn, cargoseándolo, lo tiró del brazo y le pidió que se sumara. Iud lo siguió. Después insistió con Eduardo De Pedro.

Heyn estaba encendido. Pero Wado, como le dicen a De Pedro, desistió. Tenía en mente otro plan. Tal vez el de abrir una unidad básica peronista. La magia de Nava Jungla aquella noche parecía infinita. Pero no alcanzó como para que De Pedro imaginara que varios años más tarde desembarcaría en Aerolíneas Argentinas junto a Kicillof, que ahora estaba del otro lado de la disco apoyado sobre la barra.

Una amiga de Kicillof entró en Nave Jungla. Iba acompañada de su mejor amiga, una morocha. Las dos saludaron a Kicillof. Él era soltero. Se había separado de Marcela Laudonio, su primera esposa.

Kicillof era militante del Frente Independiente de la UBA, un bloque de agrupaciones de cinco facultades que cuestionaba a Franja Morada y al resto de las organizaciones vinculadas con partidos políticos tradicionales. Nos Bis in Idem de Derecho, Salven los Muebles de Ciencias Exactas, La Mariátegui de Filosofía, la Punta del Iceberg de Psicología y TNT por Ciencias Económicas. Kicillof era uno de los fundadores de TNT. También acudía a las reuniones de PDI los sábados por la tarde. Allí veía a su amiga. Y a la morocha amiga de su amiga.

El 14 de octubre, unos días antes de la fiesta en Nave Jungla, Kicillof dio una clase en la Facultad de Psicología de la UBA sobre "El fetichismo de la mercancía", un concepto que Karl Marx explica en El Capital, su obra más importante. Había sido invitado por su amiga, a la que luego encontraría en Nave Jungla. "Axel es un amigo y un economista brillante", dijo a sus alumnos en el aula.

Esa tarde, en Psicología, Kicillof apoyó un vaso de telgopor que traía en la mano mientras su amiga hablabla. Lo dejó en el borde superior del pizarrón, al lado de donde estaban el borrador y las tizas. Recostó su ataché de cuero negro y su campera sobre una de las sillas de adelante del aula. Levantó la vista e hizo un paneo de los estudiantes que permanecían sentados en silencio mientras ella lo presentaba. Contó veinticinco.

"Bueno, lo escuchamos", dijo su amiga luego de presentarlo.