El Mundo
Trama secreta de Wikileaks

Trama secreta de Wikileaks
23/10/2012 | De acuerdo a lo que ha explicado ya Canongate Books, de Londres, ellos firmaron un contrato con Julian Assange para que él publicara sus memorias, él cobró un anticipo con el que pagó a sus abogados ingleses, pero luego se arrepintió.

Pero cancelar el contrato en forma unilateral, sin devolver el dinero y cuando él mismo había verificado el contenido, resultaba imposible porque, además, Canongate Books ya había comercializado los derechos con 38 editoriales de todo el mundo. Por lo tanto, publicó el libro con el título “Julian Assange. The Unauthorised Autobiography”.
 

De acuerdo a lo que ha explicado ya Canongate Books, de Londres, ellos firmaron un contrato con Julian Assange para que él publicara sus memorias, él cobró un anticipo con el que pagó a sus abogados ingleses, pero luego se arrepintió. Pero cancelar el contrato en forma unilateral, sin devolver el dinero y cuando él mismo había verificado el contenido, resultaba imposible porque, además, Canongate Books ya había comercializado los derechos con 38 editoriales de todo el mundo. Por lo tanto, publicó el libro con el título “Julian Assange. The Unauthorised Autobiography”.

Hoy día el australiano Julian Assange permanece en la embajada de Ecuador en Londres, en calidad de refugiado, statu-quo que no le admite el gobierno británico, que desea extraditarlo a Suecia. Del texto citado resulta muy interesante el backstage del episodio que llevó a Assange a quedar en la mira del gobierno estadounidense: el Cablegate, la documentación interna estadounidense que difundió la organización no gubernamental WikiLeaks con la ayuda de varios medios de comunicación: The New York Times (USA), The Guardian (Reino Unido), Der Spiegel (Alemania), Le Monde (Francia) y El País (España).

Sin embargo, el relato de Assange afirma que él fue decepcionado por The New York Times y The Guardian, y que el relato construido por ambas empresas periodísticas acerca de su supuesta excelencia informativa es basura, y que su participación fue hasta irresponsable para con la suerte que corriese Assange, para con la propia organización que les había suministrado el material, para con el potencial del contenido en sí mismo, y para con los protagonistas de los eventos globales documentados en los despachos informativos de decenas de diplomáticos estadounidenses hacia el Departamento de Estado.

Infrecuente un relato tan crudo acerca del comportamiento aparentemente desleal de íconos del periodismo contemporáneo. Sin duda, una advertencia hacia los recaudos imprescindibles a tomar de parte otras organizaciones no gubernamentales que tengan que negociar condiciones. Muy lamentable todo el episodio, de ser cierto.

Aquí un fragmento del capítulo “Cablegate”:

Divulgar informaciones clasificadas no es sólo una actividad: es un modo de vida. Desde mi punto de vista requiere a la vez sensatez y sensibilidad: eres lo que sabes, y ningún Estado tiene derecho a hacer que seas menos de lo que eres. Mnuchos Estados modernos olvidan que fueron creados sobre los cimientos de los principios de la Ilustración, que el conocimiento es el garantede la libertad, y que ningún Estado tiene derecho a dispensar justicia como si se tratara de un mero favor que el poder le hace a los ciudadanos. La justicia, en realidad, si es merecedora de tal nombre, permite ponerle freno al poder, y si un gobierno pretende cuidar de su pueblo deberá garantizar que la política no pueda tener jamás un control absoluto sobre la información.

Es de sentido común, es pura sensatez. Y antiguamente era el primero de los principios del periodismo en todos los países dotados de libertad de prensa. Internet ha hecho más sencillo censurar la escritura, borrar la verdad con un clic (a Stalin le hubiese encantado) y someter a control los datos sobre las vidas privadas de las personas de formas que hubiesen hecho las delicias de los demoníacos manipuladores de documentos del Tercer Reich. A menudo el secreto es un privilegio del que sólo disfrutan los poderosos, y cualquiera que se atreva a decirlo hoy en día no ha de soportar únicamente que la gente niegue que se trate de una antigua premisa liberal, una de las bases de la democracia misma, sino que ha de aguantar también que digan de él que es un exótico anarquista que “pone en peligro la seguridad nacional”. Los principios establecidos por la Constitución norteamericana, si se examinan a fondo, serían vistos como excesivamente radicales por un gran número de los ciudadanos actuales de ese país. Para ellos, Jefferson sería un enemigo del Estado, y Madison un guerrillero rojo.

De la misma manera, en la China actual, Marx y Engels, aquellos antiguos estudiosos de la economía, serían contemplados como locos que apenas eran capaces de comprender el verdadero valor humanístico de un bolso de Gucci o del último modelo del iPad.