Mujeres En El Gabinete De Cristina Fernández
Nilda, Débora, Beatriz, Patricia, Mayra y Mercedes, hijas de Anouilh

Nilda, Débora, Beatriz, Patricia, Mayra y Mercedes, hijas de Anouilh
19/11/2011 | Cuando Dilma Rousseff tuvo que cambiar su gabinete, privilegió mujeres: Ideli Salvatti y Gleisi Hoffmann. De Cristina se especula con Nilda Garré, Débora Giorgi, Beatriz Paglieri, Patricia Vaca Narvaja, Mayra Mendoza y Mercedes Marcó del Pont.

 


La obra Orquesta de Señoritas, de Jean Anouilh. transcurre en la Francia de 1947, y expone, con incisivo humor, el juego entre la apariencia y la realidad en la vida de las protagonistas, durante la función en un palco de orquesta en un restaurante de un balneario, cuando todavía están abiertas las heridas de la 2da. Guerra Mundial.


El francés Anouilh, cuya obra más famosa fue Antígona, durante la ocupación alemana continuó escribiendo. No colaboró con los alemanes ni formó parte de la Resistencia, lo cual le fue reprochado más adelante.


Hay una versión de Orquesta de Señoritas en la cinemateca argentina, largometraje de 1941, dirigido por Luis César Amadori, y protagonizada por Niní Marshall, Francisco Álvarez, Zully Moreno, Pedro Quartucci, Semillita, y otros.


La obra de Anouilh está impregnada de un gran pesimismo. Algunas de sus frases personales permiten intuir el personaje:


> "En algún lugar bajo la lluvia, siempre habrá un perro abandonado que me impedirá ser feliz."


> "La vida es muy bella cuando a uno se la cuentan o cuando la lee en los libros; pero tiene un inconveniente; hay que vivirla."


> "Las mujeres son como la sopa: no hay que dejarlas enfriar."


> "Lo terrible en cuanto a Dios, es que no se sabe nunca si es un truco del diablo."


por ROBERTO GARCÍA

CIUDAD DE BUENOS AIRES (Diario Perfil). Casi una orquesta de señoritas, confesó alguien cercano a Cristina de Kirchner que imagina el nuevo Gabinete con mayor ascendencia de mujeres en la cúpula desde el 10 de diciembre. Aludía, quizá sin saberlo, a la obra de Jean Anouilh, luego del final de la Segunda Guerra, en la que se confunde realidad con apariencia y abunda un penoso cinismo en sus diálogos.

Derivación del Purgatorio de Anouilh, quien no pudo salvar de la ejecución a Robert Brasillach, escritor y periodista militante al que Charles de Gaulle fusiló con la certera acusación de maldito maurrasiano, franquista, nazi y colaboracionista. Algún peronista diría que era un hombre del pensamiento nacional. Pero la fuente indiscreta que inducía al pobre Anouilh, en rigor, no recordaba la pieza teatral, menos al autor, y sólo apuntaba en su magro relato a enhebrar nombres y número de damas que tal vez rodeen a la Presidenta en el próximo mandato, imaginando el cerco como una corte femenina, como una orquesta de señoritas. Casi describía inocentemente la foto de Ella con todas sus colaboradoras, igual que un equipo de fútbol masculino posando con Messi.

Aunque su versión oral es, comparativamente, semejante a un núcleo identificado con esas jugadoras de hockey robustas, tipo Las Leonas, fieras en suma para acompañar a Cristina. O para dar la vida, si lo reclaman, como es el último y exagerado mensaje publicitario de La Cámpora.

Para el relator, hay un tridente que avanza, sea para conservar lo propio o para obtener lo ajeno o vacante. Cita el empinamiento de Nilda Garré con su CIA militar y paramilitar, en el tránsito hacia la Jefatura de Gabinete, sin preguntarse en el exacto concepto que Cristina guarda sobre la titular de Seguridad.

A veces, esas opiniones importan más que la influencia o presión de ciertos asesores. También mencionó a Débora Gorgi –a quien apalancan esta semana en la UIA con la intención de promoverla a ministra de Economía–, casi un muñequito mecánico que incurrió en la malhadada costumbre de asentir perpetua y rítmicamente en todos los discursos de la mandataria, como si ésa fuera una condición de crecimiento en el poder y no su sapiencia técnica. Una lástima, casi una réplica de Oscar Parrilli.

Y, para completar la ofensiva de los tres primeros violines de la orquesta, debe añadirse a Mercedes Marcó del Pont, interesada en ocupar el agujero que dejará Amado Boudou, creyendo que le corresponde por su última tarea de calmar al público para que no retire dólares y a los mercados para que no demanden la divisa extranjera. Por el momento parece incomprobable este aserto, más sabiendo que ella aportó lo suyo para despertar una fiebre verde innecesaria, con medidas que eran verdaderos electroshocks. Un antecesor en su cargo, Aldo Pignanelli, suele decir que la gestión de Marcó del Pont deberá juzgarse al terminar su ciclo –que carece de fecha porque nunca fue confirmada, como tantos actos incompletos del kirchnerismo–, sólo entonces se podrá saber si es un Mercedes o un Fiat.

Hasta aquí nadie ignora las ambiciones de las tres señoras, es público; menos se sabe, en cambio, de otras damas del elenco, visibles o invisibles, que se las ubica en la escalera kirchnerista para ocupar el ala de bronces o de percusión. Se descuenta, en esa reorganización orquestal que haría la Zubin Mehta argentina, la probable devolución al país de la embajadora en México, Patricia Vaca Narvaja, ex diputada y dama de compañía cordobesa con razonable expectativa para ocupar cargos en el área de Economía (¿será reemplazante de Guillermo Moreno?). Del mismo ministerio, se dice, se irá el secretario de Hacienda, Juan Carlos Pezoa.

En ese universo femenino de pases, sorprende otra posible designación a un organismo sensible que parece menos importante que un ministerio y, sin embargo, todos lo califican como la clave de cualquier gobierno. Se habla, en este juego de pretensiones, de la llegada a la SIDE de una mujer que hoy revista en el exterior, sin lugar asignado en el futuro, dedicada a la especialización de Inteligencia, presunta aliada de Garré y de su complejo de blindados asesores. Encaja la especie cuando alcanzó una categoría superior al rumor la sospecha de que el número dos de la casa de los espías, Francisco Larcher, por razones hasta ahora no documentadas, se alejaría de esa función clave a la que lo destinó Néstor Kirchner en su momento, quizá porque era –de todos los funcionarios que nominó el santacruceño– el de mayor confianza de su breve séquito.

Seguramente el que arrastraba desde Santa Cruz una lista interminable de secretos, más personales que políticos, superando Larcher en confidencia a Rudy Ulloa y a Julio De Vido. Paradójicamente, también a quien sería su inmediato superior en la SIDE, Héctor Icazuriaga, un incondicional de la familia con su propia familia. Otra historia.

Lo cierto es que si una mujer ingresa en niveles superlativos del organismo, un nuevo capítulo se gesta en su conducción, un cambio radical: para Cristina, quien siempre observó a la SIDE como un artefacto ortopédico del Estado pero al cual se adaptó con presteza durante el ejercicio presidencial, introducir a una mujer significa revolucionar su entramado. Ya intentó algo semejante cuando nombró a una contadora de su cercanía en el lugar; entonces no hubo tormentón. El advenimiento de otra dama en niveles de jerarquía, en cambio, con tareas más relacionadas a la profesión, quizá desencadene movimientos más traumáticos. Se reserva el nombre para evitar el síndrome de Gustavo Beliz.

Otra mujer a desempolvar, aunque para ella sería empolvarse, es Beatriz Paglieri, quien –para seguir con lo de la orquesta– siempre se adaptó a la batuta de Moreno y quedó relegada luego de ocupar el rol protagónico para desmontar a Clarín, Papel Prensa, La Nación y encarcelar a Mitre y a Magnetto en una antológica conferencia de prensa presidida por Cristina. Se desdibujó esta señora de las estadísticas controvertidas desde aquella actuación fallida, aunque su nuevo empadronamiento público tal vez suponga un reconocimiento a sus servicios pasados y, además, al de su numen mandante, el incansable Moreno, quien a esta altura –más allá de equivocaciones– es de lejos el funcionario que más horas pasa en su oficina, en la de otros y en las de los que no son del Gobierno.

Podría reaparecer Paglieri en la cartelera casi como un emblema de La Cámpora, bisoña organización que no aportó hasta ahora materia prima para incorporar elementos con faldas en la primera línea del Gobierno. Sólo Mayra Mendoza (también Mayjo para Internet), hoy a cargo de recursos de la Anses, estaría en condiciones de ascender, aunque ella debe preferir no abandonar el organismo oficial, y menos los recursos que la ocupan (y también le interesan a su esposo, el bonaerense José Ottavis, de los jefes camporistas el más cuestionado por sus propios compañeros).

Sin las notas canoras de Mayra, como el pájaro de la India que habla como los cristianos, otra dama en ciernes es Valeria Loira, esposa del titular de la Anses, Diego Bossio. Comulga en las inmediaciones de Cristina y, para ella, es un sustento cotidiano. tanto que en ocasiones esa influencia molesta a Carlos Zannini.

Hay más mujeres, esposas del endogámico Gobierno, legisladoras y visitantes de Olivos que también se imaginan en el Gabinete o adyacencias.

Ahora quizá toque la orquesta de señoritas, como hizo Rodríguez Zapatero cuando impuso medio gabinete de mujeres en su gestion. A él le irá mal mañana. Cristina puede aducir que a ella, en cambio, le va bien. O le fue bien.