Blanco Vs. Negro
Un diván para Cristina

Un diván para Cristina
12/11/2011 | La dolarización fue un debate importante en días cuando ocurrió la crisis global 1997, que golpeó al gobierno de Carlos Menem hasta el final del 2do. mandato e impidió la re-reelección.

La pesificación fue la respuesta y porque opusieron reparos -más allá de sus fragilidades- cayeron Fernando De la Rúa y Adolfo Rodríguez Saá, hasta que Eduardo Duhalde hizo la 'tarea sucia'. Pero ¿qué está ocurriendo con Cristina Fernández reelecta?




N. de la R.: hay un nexo entre la pesificación capítulo 1 (2001) y la posible pesificación capítulo 2 (2011, 10 años después): José Ignacio de Mendiguren, por entonces presidente de la Unión Industrial Argentina y ahora otra vez. No deja de resultar curioso que la situación suceda cuando todavía es ministro de Economía el futuro vicepresidente de la Nación, Amado Boudou, egresado de Ucema, catedral de la dolarización. El ejemplo permite comprender las contradicciones en que vive Cristina Fernández.

No es culpa de la Presidente sino de la herencia recibida: el Frente para la Victoria fue construido sobre contradicciones:

> de un lado, la política peronista convencional en el Gran Buenos Aires, y del otro la declamación de la nueva política de los transversales, con Carta Abierta y el CELS;

> de un lado, Hugo Moyano y las obras sociales como mecanismo de prebenda para los jerarcas sindicales genuflexos mientras se distribuye asistencialismo a los piqueteros amigos (mangueros a quienes se encumbra a la categoría de luchadores sociales), y del otro la promesa de renovación de las estructuras institucionales que comenzó en la Corte Suprema de Justicia de la Nación y pretende seguir hacia una nueva Constitución Nacional;

> de un lado, Eugenio Raúl Zaffaroni y Tristán Bauer y Horacio Verbitsky, y del otro Rudy Ulloa, Mario Ishii y Alejandro Granados, pasando por Carlos Menem y Ramón Saadi;

> de un lado, Daniel Scioli, y del otro Juan Gabriel Mariotto, para disciplinarlo;

> de un lado Amado Boudou, y del otro Máximo Kirchner, para controlarlo.

Entre sus célebres frases que paría su hipocresía creativa, Juan Domingo Perón afirmaba que un ladrillo se hacía de barro y bosta. En el FpV no aparece claro quién es qué.

Pero eso es el Cristinismo Kirchnerista que aprobó el 54,11% del electorado. Por lo tanto, no hay tu tía. No se discute... pero es paradójico.

Así se entienden los 7 opinantes de Economía, entre quienes sobresale quien no es ministro: Guillermo Moreno; luego Amado Boudou, Ricardo Echegaray, Mercedes Marcó del Pont, Débora Giorgi y Juan Carlos Fábrega, además de Julio De Vido. (El ex líder de Quilmes exiliado en Puerto Madero, Aníbal Fernández, dice que la ensalada rusa no es cierta pero también es verdad que le pagan para ser convincente).

En fin, solamente así se entienden también las cavilaciones que tiene Cristina Fernández por estas horas, y acerca de las que escribió Roberto Ángel García en el periódico bisemanal Diario Perfil:


Aun con lecturas salteadas sobre Hemingway, uno recuerda la forma en que se pesca un tiburón. O algún portento marino de esas características. También, lo que es frecuente, la mirada más o menos atenta sobre canales o programas dedicados a la naturaleza o a los animales permiten saber que si uno ensarta un escualo con los anzuelos, luego debe darle aire o cordel, tansa o piolín, para que la pieza se agote en el intento por desprenderse de la captura.


El error, como se sabe, sería tratar de contenerlo, arrastrarlo, dominarlo, ya que lo más probable es que se corte la línea que lo sostiene y, además de perder la pieza, hasta podría provocar un desastre si la bestia está cerca de la embarcación. Casi bíblica la enseñanza. Es distinto a limitar al ganado vacuno, inducirlo con el encierro hacia una única salida y, luego, matarlo. Por falta de experiencia, idoneidad o versación, la política del Gobierno con el mercado –desde que fue reelecta Cristina– se sirvió de la práctica del matadero, obvió la técnica pesquera. Y eso que el dólar no es una vaca, más bien un reconocido tiburón, de los más preciados de la especie, algo así como el blanco: el que cada tanto se come un funcionario.


Volvió la Argentina –casi sin merecerlo sus cuentas– a padecer aquellas historias de corridas y temores que reinaron en décadas pasadas y que jamás habían afectado el único gobierno de Nestor Kirchner ni el primero de Cristina.


En rigor, la economía nunca le quitó el sueño a ninguno de los dos, la redujeron a un accesorio y, en ocasiones, hasta la hicieron presidir por un desconocido que aún sigue desconocido a pesar de que estuvo más de un año en el cargo. Pero ahora, la Presidenta tuvo que preguntar, como otros antecesores, a cuánto se había disparado el “blue”, a qué distancia se separó del “oficial” y, sobre todo, el porcentaje de retiro de la divisa extranjera de los bancos por parte de aquellos ahorristas, los más conservadores del país –quienes optaron por perder dinero y no exponerse a un riesgo de devaluación en todos estos años– que mudaron su expectativa y prefieren conservar su dinero en casa y no mantenerlo en las entidades.


Les ganó el temor de que pueden ser pesificados, rumor que se esparció como mancha venenosa junto a otras versiones también intervencionistas y confiscatorias, nacidas hace menos de quince días desde que se intensificaron los controles policiales e impositivos a los compradores de dólares, al tiempo que le imponían condiciones cambiarias diferentes a grupos empresarios. Fueron la impericia y la falta de oportunidad de quienes se imaginaban que al tiburón lo pueden controlar, retener y sujetarlo como si fuera una ternera, persiguiendo quizás la instalación de un prodigioso relato oficial por el cual se diría que aquí a los depredadores marinos se los captura y liquida igual que a las ingenuas vaquillonas.


Tal vez Cristina esté notificada del volumen de los retiros en dólares –hasta ahora información negada al público, como si el BCRA ya fuese un apéndice del Indec– y, de acuerdo con esa evolución probable, actuar o no en consecuencia.


"¿Muevo el avispero con suspensiones o pesificaciones sobre los dólares que la gente tiene depositados?


¿Decido, en nombre de la protección de los argentinos, no perder más reservas por este fenómeno de desconfianza y convierto en pesos lo que está en dólares?


¿Acentúo los controles o, vista la calamidad de su efecto, disminuyo la presión?

¿Espero a que el goteo diario se suspenda y no se convierta en hemorragia, me inclino por un laissez faire?"


Difícil elección, como la de tantos anteriores mandatarios, más cuando Ella no cuenta con asesores demasiado versados y algo enfrentados entre sí.

Nadie ignora que la línea Boudou-Lorenzino-Fábrega (incluyendo al influyente Julio De Vido) se maldice por las improvisaciones de Marcó del Pont-Moreno-Giorgi, sin incluir a Echegaray de la AFIP, casi un navegante de dos aguas: está más cerca del sector intervencionista, pero comulga por vecindad original –la cercanía marplatense– con el ministro de Economía que en un mes deja el cargo, presuntamente.


Al margen de estas desinteligencias internas, hay otras novedades: es notorio que Boudou descendió varios casilleros en la tabla de clasificaciones de Cristina; no es la estrella de la noche de la elección y nadie atribuye ese descenso a pésimos o acertados consejos económicos (ya algunos habían advertido ese viraje cuando observaron el rostro de Máximo Kirchner al escuchar a su madre hablar de la fidelidad de su compañero). Algún otro detalle enturbió el cuadro –cabe recordar que las discrepancias políticas en los gobiernos no empiezan y terminan frente a una mesa, admiten otros aliados–, como si el sino desencontrado con los vice se obsesionara con los Kirchner.


Como en los viejos tiempos de la patria financiera, el Austral o el 1 a 1, interesan ahora las reuniones del BCRA (el jueves) o los diálogos de Hernán Lorenzino con el titular de la Casa de la Moneda, cuya participación en esta crisis nadie puede evaluar (¿será por los billetes del futuro, con más denominación y sin cambiar la figura de Julio Roca? ¿O por el lanzamiento de algún título?).


De Lorenzino se escuchan proezas futuras, especialmente desde que lo acomodaron en la reunión anti-Irán de Cristina con Barack Obama. Aunque también pesa un descargo de la Presidenta cuando, un día, le pidió a Boudou: “No me hablés más de Lorenzino”.


Historias, anécdotas, versiones. Proliferan como antes, igual que las reuniones sociales en las que aparecen ciertos funcionarios y hombres del peronismo no reciclados por los K, pero con experiencia bancaria (algún ex titular del BCRA hoy recurrente en la TV), devaneos futuros sobre la suerte de Moreno, quien le dice al que lo quiera escuchar que no continuará en Comercio. Allí, al parecer, irá Iván Heyn, un bisoño economista del oficialismo autotitulado no marxista como atributo distintivo de otros economistas bisoños del mismo riñón.

(N. de la R.: Axel Kicillof, el fracasado gerente general de Aerolíneas Argentinas, acostumbra machacar con su formación marxista).

 

Volviendo a Moreno, a su salida, no logra que nadie después le pregunte por su destino. Tanto miedo ha generado en sus interlocutores que no se le atreven con un interrogante adicional, el que implica un comentario a su segura respuesta: entonces, ¿no vas a ser ministro?


Mientras sigue el juego de abalorios del poder y la continuidad, Ella aparece más sola que el coronel Buendía y sin que nadie le escriba, remitida a un círculo restringido y contradictorio en sí mismo. Ya no podrá vivir con todos juntos en el futuro, los quiera o no. Una realidad. La otra, una disyuntiva:


1) No sabe si determinar medidas financieras para este lunes que diluyan o agraven la crisis.


2) Guardar silencio de radio para ver si se calman las aguas cambiarias, incluyendo el riesgo de que la herida no deje de sangrar, ese fluido que tanto atrae a los tiburones.


Demasiado para una sola persona, mujer o no. Hora de un somnífero para recuperar la paz de la noche.