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Amado Boudou como esperanza blanca

Amado Boudou como esperanza blanca
01/10/2011 | En la ola eufórica presente, solo se habla de Cristina 2011-2015 pero no se indaga en qué le espera a ella y los peligros acechando. Por eso es importante (e inquietante) este apunte.

 

 

 

 

 

 

 

Amado Boudou y Juan Pablo Schiafi (Foto Daniel Luna/Telam).

 

 

POR: ROBERTO GARCÍA

Diálogo fantasioso con un ex de la vida política y pública en torno a dos preguntas básicas que inquietan a cualquier ciudadano curioso: ¿Hacia dónde va el Gobierno? ¿Cuáles pueden ser los problemas que le hagan perder solidez en el futuro? La conversación supone que los comicios del 23 son un fait accompli para decirlo afrancesadamente y que, por lo tanto, Duhalde quedó disuelto; Binner, afónico; Alfonsín, regresado a la ostra en la que siempre vivió; Carrió, contestando hábeas corpus por su presunta desaparición y los hermanos Rodríguez Saá, acechados por las fronteras provinciales y la edad. Se ruega no reclamar el nombre del interlocutor; finalmente, ya hay un juez que se encargará de esa tarea policial.



“El Gobierno captura más por la economía que por la política”, repite el testigo secreto. “Ya no rinde como antes la política de los derechos humanos y explotar la veta nacionalista como mecanismo de captación, en ocasiones, promueve el ridículo. Nadie garantiza que despenalizar el aborto cosechará multitudes, por tomar otro tema, o que la no venta de tierras a extranjeros despertará desfiles con la escarapela. Menos gravitante será aún lo que puedan decir sobre política internacional, a pesar de que el marco externo se puede poner hostil con la Argentina. Lo que sí importa en lo doméstico es conservar la impresión –según las encuestas– de que en los hogares se piense que este año estuvo mejor que el pasado y que el venidero mejorará al actual.”



—En ese esquema, ¿viene más intervencionismo o más libertad de mercado?



—Esa diferencia no los preocupa, más bien se alteran porque en la nueva realidad nada es igual, no sirve más de lo mismo como estos últimos años, habrá tareas y decisiones para quienes nunca trabajaron por la inercia del éxito. No alcanzan los recursos y deberán operar según la climatología, más exactamente sobre el régimen de lluvias: si cae o no agua y si moja o no a la Presidenta. Por si no se entiende: cuando asumió Cristina, pensaba en mejorar la relación con los EE.UU. Pero sucedió el escándalo de la valija y no sólo se congeló la iniciativa, sino que se agravaron las relaciones. Lo mismo podría ocurrir con la economía, según castigue el dólar, la soja, Brasil, la recesión mundial o la crisis financiera. Es decir: habrá que ver si llueve y si esa lluvia la moja. En este último caso, primero buscarán culpables, pero luego revisarán la comida y los remedios que toman. De ahí que algunos sectores imaginen que Amado Boudou puede convertirse en una esperanza blanca para no acentuar los dislates. No hago conjeturas, simplemente miro las nubes.



—¿Cuáles y cuántos son los otros problemas?



—Sencillo, tres como mínimo. Todo en el orden interno y regido por el ego desorbitado que acompaña el triunfo:

a) Las discrepancias sustanciales o frívolas alrededor de la Casa Rosada.

b) El apetito voraz por ocupar nuevos espacios en el cambio de mandato.

 

c) La incompetencia en la administración a la hora de despilfarrar el dinero de los otros.



—Si no me brinda ejemplos, esto parece literatura.



—Empecemos y terminemos con las peleas. Dos ejemplos. Uno, la hechura y difusión de la miniserie El Pacto, sobre Héctor Magnetto, el zar de Clarín, y su protagonismo en la adjudicación de la empresa Papel Prensa en tiempos de los militares. Ha sido vagarosa la explicación sobre la partida súbita del protagonista del culebrón, Mike Amigorena, a quien los cristinistas extrañamente le aceptan el libre albedrío para deshacerse del compromiso. No lo atacan por su deserción. Mientras, reconstituyen capítulos y completan el relato que disgustó al actor que, al margen de la anómala ocupación empresaria en los '70, parece falaz. No se puede justificar ni por el doble estándar de que se puede construir un discurso falso porque reemplaza a otro existente también falso. Evitan otras responsabilidades civiles (diario La Razón y sus dueños, en aquellos tiempos la verdadera usina del Ejército), la complicidad silenciosa durante décadas del peronismo sobre el episodio y las facilidades económicas que sus distintos gobiernos le brindaron a la empresa (energía barata, por caso). Además de no pronunciarse, jamás quisieron escuchar. Y eso que la acción sectaria de la empresa fue denunciada internacionalmente. Tampoco habrán de citar a los diarios hoy oficialistas que vivieron del papel a bajo precio, en detrimento de otros medios y a cambio de eventuales favores de la trilogía propietaria. Ni sus periodistas, claro. Aunque lo más absurdo y cínico de este espectáculo es que se presenta como una reivindicación del Papel Prensa que le apropiaron a Graiver y, en todo este proceso, se olvida que al banquero se le quedaron con más de una compañía. Hubo otros traspasos sospechosos, que hasta miembros de la familia planteaban como denuncia, con los cuales algunos privados multiplicaron sus fortunas. Alguno de esos beneficiados está en el Gobierno y otro heredero de esa historia hasta integra el producto de ficción. Parece una burla.



—Habló de otro ejemplo, ¿también es artístico?



—Me quedaba una referencia internista, desopilante y brutal, en torno a la elección y victoria de Carlos Soria como gobernador de Río Negro. Tuvo la discreta protección de la Rosada para su campaña porque en otros tiempos no fueron exactamente amigos.



Por el contrario, Soria parecía perseguir al matrimonio Kirchner desde la cúspide de la SIDE que presidía y, a su vez, estos lo denunciaban como un perseguidor que apelaba a intimidades familiares para dañarlos. Eran irreconciliables, al menos, desde cierta escrupulosidad ética. A pesar de que ambos fueron legatarios del mismo patrón: Eduardo Duhalde. Abundaron las discusiones de peluquería entre oficialistas, como diría Aníbal Fernández, alguna radiografía de Soria por parte de Horacio Verbitsky, expresiones de asco tipo Fito Páez, duras respuestas del ganador y la novedad última de que para la estética de Cristina son superables algunos rencores (lo recibió hace pocas horas a Soria), sobre todo, si el abrazo se comparte con quien expulsó a los radicales de la provincia. Este capítulo bélico es el principio de otras reyertas. Se agigantarán estas disidencias porque a más de uno le cuesta aceptar cierto pragmatismo para gobernar (como el de Perón, Menem, Duhalde o el propio Néstor). No debería sorprender en Ella, pues alguna vez acuñó una frase fulminante contra un alto funcionario cuando invocó una pesquisa por un hurto menor en la administración: no se puede condenar, repetía, a un empleado menor por el robo de una resma de papel o de cuatro lápices cuando el jefe máximo se lleva millones. Me permito disculparme porque no recuerdo si Cristina aludía a dólares o a pesos, sí tengo la constancia de esa imputación histórica. Y el nombre, inclusive, del que acusaba: hoy es uno de sus ministros. Y seguirá siéndolo en el próximo gobierno.