HIDROVÍA Y MERCOSUR
Las peligrosas asimetrías que no le cuentan a Cristina

Las peligrosas asimetrías que no le cuentan a Cristina
06/09/2011 | Gran parte del comercio exterior argentino se encuentra frenado por un conflicto importante en el negocio fluvial. Hay prensa de ambos lados, utilizada para intentar presionar a las autoridades. La hidrovía Paraná-Paraguay es un corredor fluvial conformado por los ríos del mismo nombre, con más algunos afluentes.

Técnicamente tiene sus terminales en Corumbá, Puerto Cáceres y Asunción -en su extremo norte-, y Nueva Palmira ya en el Río de la Plata.

 


Esa hidrovía comunica a Paraguay, Brasil, Bolivia, Uruguay y la Argentina (todo el Mercosur) y su importancia estratégica para la salida y entrada del comercio exterior de cada miembro tiene distinto grado de importancia. Obviamente, para Paraguay y Bolivia, la navegabilidad de la vía fluvial es la llave para todo sus movimientos comerciales, ya que no tienen otra posibilidad de recibir, a costos razonables, sus importaciones y colocar en rutas de ultramar sus exportaciones.

De los casi 3.300 Kms. de vía fluvial, unos 2.500 Kms. -la mayor parte del trayecto- corresponde a aguas argentinas y, por lo tanto, es responsabilidad argentina el mantenimiento del dragado en condiciones operativas, el balizamiento necesario, el control de la autoridad marítima, el adecuado funcionamiento de los puertos, etc. etc.

El costo del mantenimiento de la vía hídrica se hace por el sistema de peaje, tal como funciona una autopista terrestre.

Hasta el puerto de Santa Fe, los buques de ultramar transitan la hidrovía, y si bien no pueden navegar el Paraná cargados a pleno, un organizado sistema de alijes (transferencias de carga) permiten que lo hagan parcialmente cargados y completen la misma en el Río de la Plata

Las mercaderías transportadas en su mayoría corresponden a la exportación de cereales y la distribución de combustibles. La madera y la carga general, en menor medida, también circulan por la hidrovía.

Los buques de ultramar antes mencionados, alternan su tránsito con los denominados “trenes de barcazas” que son convoyes de artefactos navales convenientemente unidos entre sí y empujados con remolcadores (llamados "remolcadores de empuje"), que van dejando las barcazas en los distintos puertos, en una compleja red logística de transporte que permite llegar con estas barcazas a los sitios en que la profundidad del río hace imposible navegar a buques de gran o mediano porte.

Pero, curiosamente. si un observador se detiene a la vera del río y observa pasar estos trenes de barcazas, verá con asombro que el 90% de los mismos son de bandera paraguaya.

Si bien esta situación es legal, ya que estos ríos están abiertos al tránsito internacional de buques, la situación es controvertida para los trabajadores marítimos argentinos. Ahí hay un foco de conflicto, más allá de las diversas acciones de prensa que han desarrollado durante los últimos días los protagonistas de un duro conflicto gremial.

Muchos dirigentes gremiales denuncian, desde hace rato, las “asimetrías” que tanto en materia laboral, impositiva e incluso de seguridad de la navegación existen sobre todo entre las banderas paraguaya y la argentina.

Ese es el fondo de la cuestión acerca de esa situación tan curiosa.

Y son responsables tanto sindicatos obreros como gremios empresarios: si se botará una nueva embarcación, conviene izarle la bandera paraguaya y no la argentina, y eso no es responsabilidad solamente de los empresarios. También de los sindicatos obreros. Y viceversa.

El tema laboral

Con su particular estilo -siempre controvertido- el líder máximo del ambiente gremial marítimo, Omar Suárez, suele describir las condiciones cercanas a la “esclavitud” que tienen los tripulantes de las embarcaciones con bandera paraguaya.

Pero ocurre algo que, en breve, segun las variaciones de la política, también ocurrirá con los choferes de camiones: el exceso reglamentario y la supremacía sindical, que ha crecido a niveles llamativos durante los días del Frente para la Victoria en el poder, y provoca hasta la pérdida de competitividad de todo aquello que pueda compararse con otra prestación similar. Por ejemplo, el tráfico en una hidrovía internacional.

La posición de Suárez consiste en que, si bien en Paraguay existen sindicatos, las condiciones de trabajo e incluso de alimentación guardan diferencias abismales con la realidad laboral argentina, y los sindicatos responden totalmente a los dictámentes empresarios.

Suárez llevó el tema a los sindicatos globales y obtuvo una autorización de la Federación Internacional de Trabajadores del Transporte (ITF), una autorización para que la regional latinoamericana organizara un sindicato que obligue a las empresas a cumplir los estándares internacionales en materia laboral. Ese es el origen del Somupa (Sindicato de Obreros Marítimos Unidos del Paraguay).

Ahí surge un problema interesante: los estándares internacionales son menos abusivos que las normas que aplican los sindicatos locales, y al respecto deberían meditar Suárez, Hugo Moyano y otros, en tiempos cuando la política puede resultarles adversa (la presidente Cristina Fernández se encuentra incrementando sus vínculos con los empresarios, de una forma que no ocurrió hasta ahora en su administración), igual que la nueva coyuntura de la macroeconomía global, en una crisis que será de largo aliento.

Y los empresarios argentinos que botan sus navíos con bandera paraguaya también deberían tenerlo presente porque, a la larga, la situación presente no podrá permanecer inmutable.

Es evidente que Suárez tuvo injerencia en esa instrucción del ITF, y creó el Somupa a imagen y semejanza del SOMU argentino que él encabeza.

Pero el Estado argentino tampoco puede declararse neutral ni prescindente en el conflicto porque las asimetrías también alcanzan a cuestiones impositivas tan básicas como, por ejemplo, que un buque de bandera paraguaya carga combustible en un puerto argentino y no paga IVA, mientras que un buque argentino que carga combustible en ese mismo puerto no puede eludir el mencionado tributo.

Luego, la Prefectura Naval Argentina, que tiene potestad para controlar y habilitar embarcaciones de pabellón argentino, jamás habilitaría a la mayoría de las barcazas y remolcadores de bandera paraguaya que surcan aguas argentinas. Si bien es cierto que, invocando su condición de autoridad rectora de puertos, puede impedir la salida de un buque aún extranjero que constituya un peligro para la navegación, hay una amplia franja que escapa a su control y que hacen la diferencia entre una autoridad marítima profesional y otras que son menos profesionales...

En este marco tan desigual, buena parte de los armadores argentinos han mudado sus oficinas a Paraguay, obteniendo un incremento de sus ganancias, a partir de los diferentes costos de operación, pese a que la tonelada transportada en un barco (barcaza) de bandera paraguaya es el mismo que en uno de bandera argentina.

Es conocido que el Mercosur tiene grandes dificultades para concretar un espacio comunitario más allá del intercambio automotriz. También es sabido que los armadores argentinos han encontrado una 'ventana de oportunidad' en la asimetría vigente con Paraguay. El conflicto está a la vista de todos.

Pueden cuestionarse los métodos de Suárez, a quien se apoda 'el Caballo', precisamente por sus reacciones, pero el planteo de fondo obliga al Estado argentino a algunas definiciones.

El Centro de Armadores Fluviales y Marítimos del Paraguay (CAFyM) firmó hace algunas semanas un contrato colectivo marco con los sindicatos paraguayos, excluyendo al Somupa por falta de representatividad. Fue un previsible golpe a las ambiciones del sidicalista.

Suárez pretende que los contratos sean firmados exclusivamente con el Somupa, que, según denuncias de los navieros paraguayos, busca destruir su flota para dominar el tráfico por la hidrovía que no es solamente argentina.

Con frecuencia mensual se reúne el grupo de trabajo del Mercosur, integrado por los 5 países miembros para tratar de ordenar la compleja situación. Casi todos los países envían representantes de primer nivel. La Argentina acostumbra enviar al director nacional de Transporte Máritimo, el famoso capitán uruguayo Sergio Dorrego, quien a la vez es director de la Escuela Nacional de Náutica.

Obviamente que el hombre no puede, a veces, cumplir con tanta tarea simultánea -grave anomalía que se remonta a los días de Ricardo Jaime secretario de Transporte de la Nación- pero lo cierto es que la gravedad del tema amerita que la asimetría ascienda al nivel de cancilleres e incluso de presidentes, antes que el asunto se complique demasiado.