FINAL DE 30 AÑOS DE MUBARAK
Trama secreta de una revolución

Trama secreta de una revolución
11/02/2011 | En Egipto ocurrió una revolución digital: construida sobre Facebook y Twitter, un anticipo del futuro. Y para ello bastó un grupo de no más de 15 jóvenes inteligentes y decididos, que supieron aprovechar los muchos errores de una dictadura fuera de tiempo y espacio.  

El presidente, Hosni Mubarak, ha abandonado el cargo que ocupaba desde 1981 después de 18 días de protestas. El vicepresidente del país, Omar Suleimán, ha anunciado que el rais deja el poder en manos del Ejército.

Un orador hizo el anuncio en la plaza Tahrir de El Cairo, donde cientos de miles de personas rompieron a llorar, celebraron y se abrazaron unos a otros cantando: "El pueblo ha derrocado al régimen". Otros gritaban: "Allahu Akbar (Dios es grande)".

La caída de Mubarak, de 82 años, después de 18 días de protestas masivas sin precedentes contra su Gobierno, fue un momento de victoria para el poder del pueblo.

Nunca mejor momento para leer esta investigación de David Kirpatrick para The New York Times, que tradujo El Puerco Espín:

Nacieron más o menos cuando el presidente Hosni Mubrarak llegó por primera vez al poder, la mayoría obtuvo títulos en las mejores universidades de su país, y han pasado sus vidas adultas fastidiados por las restricciones del estado policial egipcio –-en algunos casos, sufriendo arrestos y torturas por la causa.


Son jóvenes profesionales, en su mayoría médicos y abogados, que incitaron y luego guiaron la revuelta que sacude a Egipto, miembros de la generación de Facebook que han permanecido anónimos –muy deliberadamente, dada la amenaza de arresto o secuestro por la Policía secreta.


Ahora, sin embargo, a medida que el gobierno egipcio ha buscado dividir el movimiento proclamando que negocia con algunos de sus líderes, han dado un paso hacia la luz pública para describir por primera vez su rol oculto.


Fueron unos 15, incluyendo a Wael Ghonim, un ejecutivo de Google que fue detenido durante 12 días y emergió esta semana como el más potente vocero del movimiento.


Dieron a su causa una sofisticación y un profesionalismo –explotando el carácter anónimo de Internet para eludir la Policía secreta, plantando falsos rumores para engañar a los espías, montando “test de campo” en las villas miseria de El Cairo antes de desarrollar sus planes de batalla, luego planeando un cronograma semanal de protestas para ahorrar fuerzas— que contribuyen a explicar la sorprendente resistencia del levantamiento que comenzaron.


En el proceso, muchos han establecido algunos lazos inusuales que reflejan el carácter singularmente no-ideológico de la revuelta juvenil egipcia, que combina liberales, socialistas y miembros de la Hermandad Musulmana.


“Me gusta mucho la Hermandad, y yo les gusto”, afirmó Sally Moore, una psiquiatra de 32 años, cristiana copta y juramentada feminista e izquierdista, de raíces egipcio-irlandesas. “Siempre tienen una agenda oculta, lo sabemos, y nunca puede saberse cómo se comportarán si llegan al poder. Pero son muy buenos organizando, piden un estado civil como todos los demás, así que dejémoslos tener un partido político como todos los demás –no ganarán más del 10 por ciento, creo”.


Muchos del círculo, de hecho, se conocieron durante sus días en la universidad. Islam Lotfi, un abogado que es líder de la Junvetud de la Hermandad Musulmana, explicó que su grupo solía sumar a gente de pequeños partidos de izquierda para pedir juntos por las libertades civiles, de modo que su casa pareciera más universal. Muchos son aliados ahora en la revuelta, como Zyad el-Elaimy, un abogado de 30 años que era entonces líder de un grupo comunista.


Elaimy, que fue enviado a prisión cuatro veces y sufrió múltiples fracturas en la tortura por su trabajo político, trabaja ahora como asistente para Mohamed ElBaradei, quien ganó un premio Nobel de la Paz por su trabajo con la Agencia Internacional de Energía Atómica. A su vez, su grupo construyó lazos con otros jóvenes activistas como Sally Moore.


Las semillas de la revuelta fueron plantadas en la época del levantamiento en Túnez, cuando Walid Rachid, de 27, enlace de un grupo online llamado Movimiento 6 de Abril, envió una nota al administrador anónimo de una página de Facebook contra la tortura pidiéndole “ayuda para hacer márketing” de una jornada de protesta programada para el 25 de enero, según recordó el mismo Rachid. Se preguntaba por qué el administrador se comunicaba sólo por mensajes instantáneos de Google. De hecho, era alguien que ya conocía: Ghonim, el ejecutivo de Google.


El día de la protesta, el grupo hizo un amague para despistar a la Policía. Dejaron saber que pretendían reunirse en una mezquita en un barrio exclusivo del centro de El Cairo y la Policía montó allí un gran operativo. Pero arrancaron la marcha en un barrio pobre cercano, recordó Elaimy.

Comenzar en un barrio pobre era, en sí mismo, un experimento. “Siempre comenzamos por la elite, con las mismas caras”, dijo Lotfi. “Así que esta vez pensamos ‘Probemos’”.


Se dividieron en dos equipos –uno incitando a la gente en los cafés para que se les unieran, los otros convocando con cantitos a los vecinos. En lugar de hablar sobre democracia, indicó Lotfi, se concentraron en cuestiones inmediatas, como el salario mínimo. “Están comiendo paloma y pollo/ y nosotros porotos todo el tiempo”, cantaron. “Oh, 10 libras pueden comprarnos sólo pepinos ahora,/ qué vergüenza, qué vergüenza”.


Moore apuntó: “Nuestro grupo comenzó con 50. Para cuando dejamos el barrio, éramos miles”. Mientras la protesta estallaba ese día, dijo, vio a un hombre recibir un disparo mortal de la Policía. Llevó un maletín médico en la siguiente marcha y montó un centro de primeros auxilios.


Para cuando ocuparon Tahrir Square, ella y sus amigos habían sumado a la Unión de Médicos Árabes –muchos de cuyos miembros son también miembros de la Hermandad Musulmanda–, los que montaron una red de siete clínicas.


La noche anterior a la marcha del “Viernes de Furia”, planeada para el 28 de enero, el grupo se reunió en la casa de Elaimy mientras Lotfi realizaba lo que llamó “una prueba de campo”. Entre las 6 y las 8 pm, él y un pequeño grupo de amigos caminaron por los estrechos callejones de un barrio de trabajadores convocando a los residentes a la protesta, principalmente para medir el nivel de participación y el paso de la marcha a través de las calles.


“Y lo gracioso es que, cuando terminamos, la gente se rehusaba a irse”, contó. “Eran 7.000 y quemaron dos coches de la Policía”.


Cuando llevó la información al grupo reunido en la casa de Elaimy, diseñaron un plan detallado para que los manifestantes se reunieran en mezquitas específicas y marcharon luego hacia las principales calles que llevaban a la Plaza Tahrir. Incluso dijeron a ElBaradei a qué mezquita concurrir. Luego informaron a la prensa donde estaría, y fotos del Nobel bañado por los cañones de agua de la Policía recorrieron el mundo.


Índice de un salto generacional repetido a lo largo de Egipto, los jóvenes admitieron cierta frustración con sus mayores de los partidos de oposición. “Son, simplemente, parte del sistema, parte del régimen”, sostuvo Lotfi. “Mubarak logró domarlos”.


Aún así, afirmó, tener miembros de la Hermandad Musulmana en la plaza se demostró un capital estratégico, porque, como participantes en una sociedad secreta e ilegal, “son organizados por naturaleza”.


Esa organización se probó crucial unos días más tarde, cuando los manifestantes formaron rápidamente una suerte de línea para defenderse contra el ataque de piedras y bombas incendiarias de un ejército de leales a Mubarak. Un grupo usó barras de hierro para quebrar el pavimento y reunir municiones, otro las acarreó al frente y un tercero controló las barricadas.


“Cuando la gente moría, te sentías culpable de a ratos”, dijo Lotfi. “Pero después de la guerra de esa noche, sentimos más y más que nuestro país merecía nuestro sacrificio”.


Unos días más tarde, siete miembros del grupo fueron secuestrados por la Policía después de dejar una reunión en la casa de ElBaradei y permanecieron detenidos durante tres días.


Los organizadores difundieron un cronograma semanal, con las más grandes protestas programadas para martes y viernes, a fin de conservar sus energías. Y, antes de cada protesta, filtraron falsas pistas para desorientar a la Policía, dejando saber que marcharían a la sede de la televisión estatal, por ejemplo, cuando su objetivo real era rodear el parlamento.


Fomaron una coalición para representar a la joven revuelta, con Ghomim en el comité ejecutivo. Cuando el gobierno comenzó a invitarlos a reuniones, votaron en la plaza Tahrir para decidir. Participó media docena de representantes de grupos juveniles, relató una persona, y un 70 por ciento votó contra la negociación.


La mayoría del grupo es liberal (progresista) o izquierdista, y todos, incluyendo a los miembros de la Hermandad que hay entre ellos, dicen que aspiran a una democracia constitucional de tipo occidental, en la que las instituciones civiles sean más fuertes que los individuos.


Pero también reconocen divisiones profundas, especialmente sobre el rol del Islam en la vida pública. Lotfi apunta (como modelo) a la Turquía pluralista. En la cuestión del alcohol –prohibido por el Islam–, sugiere que beber es una cuestión privada, pero que, quizás, debería ser prohibido en público.


Ante la pregunta de si imagina como presidente de Egipto a una cristiana, pensó durante un momento. “Si es un gobierno de instituciones”, replicó, “no me importa si el presidente es un mono”.