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Crímenes de mujeres

Crímenes de mujeres
24/10/2010 | Las señales que nadie ve. Según cifras extraoficiales, unas 80 mujeres fueron asesinadas este año por sus parejas o sus ex. Representan el extremo de un fenómeno grave y no siempre advertido: el de la violencia doméstica.
 

 

Por: Juan Manuel Bordón


Sólo en las primeras tres semanas de octubre hubo cinco casos de mujeres asesinadas por sus parejas o ex parejas. En lo que va de este año, los medios ya publicaron  25 crímenes con estas características, pero se sabe que hay muchos más que no llegan a los medios. Las cifras de una ONG especializada en el tema indican que en el primer semestre de 2010 hubo 126 femicidios y al menos 80 de ellos fueron “femicidios íntimos” (aquellos en los que el asesino es la pareja actual o la previa). Lejos de la idea del desborde emocional repentino o de discusiones en las que se perdió el control, la historia de estos casos revela ataques ejecutados de forma sostenida a lo largo de meses, años y hasta décadas: procesos de violencia verbal y física cuyo punto final, a veces, es la muerte.


Mirta Schossler (30) había conocido a Daniel Aguirre (34) cuando era una adolescente. Eran del mismo pueblo de Misiones. Cuando ella cumplió los 17 se fueron a vivir juntos, y en 2005 se mudaron a Buenos Aires con sus hijas porque él consiguió trabajo como portero en un edificio de Barrio Norte. Las peleas eran muy comunes y las reconciliaciones, igual de frecuentes. “En uno de sus viajes a Misiones –recordaría luego su abuela Josefa–, Mirta me contó que él la maltrataba, pero después ya no mencionó el tema”.


Igual, las agresiones siguieron. El martes 16 de febrero de 2010, ella lo denunció en la Oficina de Violencia Doméstica de la Corte Suprema de Justicia y abandonó la casa junto a sus hijas. Al hombre le fijaron una cuota alimentaria y le prohibieron estar a menos de 200 metros de Mirta y las nenas.


Cuando una semana después la mujer fue al edificio donde había vivido con él a buscar sus cosas, Daniel Aguirre apuñaló a uno de los policías que la custodiaban, la degolló y luego se quitó la vida. Los vecinos del lugar comentarían luego que el hombre “parecía normal”, que “era divino”.

“Los agresores en contextos de violencia doméstica suelen ser muy seductores. Dominan la relación de pareja y someten a su mujer en la intimidad, pero hacia afuera parecen caballeros y educados”, explica Analía Monferrer, a cargo de la oficina especializada de la Corte. Esta dependencia comenzó a trabajar en septiembre de 2008, y desde entonces ha recibido 13.700 denuncias: en el 85% de los casos, el agresor era lapareja o la ex pareja.


“El círculo de violencia se repite en las clases bajas, medias o altas. Sucede un hecho violento, la mujer se aleja, luego viene un período de reconciliación y luna de miel, hasta que algo vuelve a provocar tensión y eso lleva a otro hecho violento. El ciclo puede durar una hora, un día, una semana o varios meses, aunque los momentos críticos son durante la separación y en los embarazos, cuando muchos agresores temen perder el rol central en la vida de la esposa”, explica Monferrer.


Lucía Heredia, psicóloga de la Comisaría de la Mujer de Tigre y de Malvinas Argentinas, dice que las señales previas a una agresión son comunes a mujeres de cualquier situación social. Y a veces esto da pie situaciones de comedia. “Es impresionante trabajar con grupos de mujeres que sufren o sufrieron violencia doméstica. Cuando hablan entre ellas se ríen y dicen: ¿Te pregunta si te fuiste con tu macho? Pero te juro que eso mismo dice mi marido, si hasta usa las mismas palabras”.


Si bien cada historia es particular, Heredia afirma que las alarmas previas suelen ser más o menos las mismas y pueden aparecer durante los noviazgos. “Empiezan como acusaciones flagrantes de infidelidad. De ahí, la cosa continúa en ascenso, interrogatorios de tipo policial con hombres que mantienen a una mujer despierta durante toda la noche. Muchas no lo cuentan porque hay una cultura de lavar trapitos sucios en casa. Pero además los hombres que ejercen violencia suelen cortar los vínculos de sus mujeres: ése también es otro indicador clave”.


Las Comisarías de la Mujer se crearon en 1989 y fueron una de las primeras respuestas de política pública de la Argentina frente a la violencia sexista. Un año antes, el 14 de febrero de 1988, el tema había pasado a primer plano con el asesinato de Alicia Muñoz a manos el ex boxeador Carlos Monzón, que la tiró del balcón de la casa que alquilaban en Mar del Plata. “En realidad, las mujeres siempre fueron a comisarías cuando las golpeaban, pero no había respuestas. La reacción del policía era: Para qué vas a investigar, si después ellas vuelven con ellos. En los últimos años se nota la variación de edad entre quienes piden ayuda. En 1994, la media era de 45 años, con 25 de convivencia. Ahora vienen más jóvenes y esto tiene que ver con una mayor conciencia del problema y, también, con una mayor autonomía”.


Hoy por hoy, señala la abogada Marcela Rodríguez, muchos procesos de violencia doméstica (incluidos los que acaban en homicidio) se estancan en el período de instrucción. “Esto pasa en todos los delitos, pero acá es peor, los hechos suelen darse puertas adentro, sin testigos”. Rodríguez está trabajando en una investigación que revisa unas 150 sentencias judiciales de casos de homicidios agravados por el vínculo, fueran novios, cónyuges o parejas.


“En el artículo 80 del Código Penal, sobre homicidios agravados por el vínculo, se impone una condena a prisión perpetua, pero en el último párrafo se habla de atenuación si existen circunstancias extraordinarias. Lo curioso es cómo, al mencionar circunstancias extraordinarias, se filtran prejuicios machistas”, asegura.


Rodríguez pone como ejemplo un expediente emblemático: “Hay un caso en Neuquén, que finalmente quedó en tentativa, en el que un hombre ahorca a su mujer con un alambre, le golpea la cabeza con una piedra, la mete en el baúl del auto y se entrega en la comisaría sin darse cuenta de que seguía viva. En la sentencia, hablaban de un acto sádico pero no asesino. Y mencionaban una infidelidad como atenuante. Eso es puro sexismo: ni ser infiel ni ser mala madre son atenuantes en un caso de homicidio”.