Dudas Sobre El Golpe
El hermano de Correa lo acusa de provocar la crisis

El hermano de Correa lo acusa de provocar la crisis
03/10/2010 | Fabricio, el mayor de la familia criticó al presidente por el manejo de la crisis.

Cuando pase el temblor. Ecuador vivió uno de sus días más trágicos el jueves, cuando el presidente Rafael Correa quiso contener una protesta policial y luego debió ser internado en un hospital. Ayer, las Fuerzas Armadas tomaron el control de las calles de Quito y también rodearon la Casa de Gobierno.
Los casquillos de balas, desparramados en las calles de Quito, fueron la evidencia más cruda de la sangrienta noche que vivió el jueves Ecuador. Luego de pasar 12 horas retenido en el hospital policial y volver al poder tras un feroz tiroteo, el presidente Rafael Correa se enzarzó ayer en una dura disputa con la oposición sobre si la crisis institucional fue un intento de golpe de Estado del ex presidente Lucio Gutiérrez o se trató sólo de una “sublevación policial”. Entre los apoyos y críticas que cosechó el jefe de Estado, resaltó la figura del ingeniero Fabricio Correa Delgado, hermano mayor del presidente y principal opositor de su gobierno. “Esta crisis fue provocada por la imprudencia y el estilo de mi hermano, el presidente de Ecuador”, disparó el empresario, distanciado del Ejecutivo desde el año pasado, cuando le rescindieron contratos que tenían sus compañías con el Estado.

Enfrentado ante la disyuntiva de ser el máximo referente de la oposición y, al mismo tiempo, bregar por la vida de su hermano, el mayor de los Correa  confesó que sintió preocupación por la vida de Rafael y, sin embargo, no dudó en criticarlo por el brote de violencia que vivió Ecuador. “Más allá de que he sido el principal crítico del gobierno, el presidente es mi hermano menor y siempre lo he cuidado. Esto no justifica el giro que tomaron los acontecimientos. El justo derecho a defender su economía que tienen los policías no puede estar sobre el respeto a la autoridad y el orden democrático”, completó el ex fundador de la Alianza País, la agrupación oficialista que llevó en 2006 a Correa al poder.

En una síntesis perfecta de las contradicciones de la política ecuatoriana, el hermano de Rafael Correa, que denunció en los últimos meses corrupción en la gestión de su hermano, esbozó ayer una posición equilibrada ante el intento de desestabilización política que sufría el gobierno. “Espero de corazón que se recupere la cordura”, afirmó a este diario el ingeniero de 50 años.

La relación de enemistad entre ambos hermanos no es nueva. “En un ambiente de terror, en el que los jueces están controlados y la fiscalía es un brazo armado del gobierno para perseguir a la oposición y tapar la delincuencia, dice en voz alta lo que todo el mundo comenta en voz baja”, había confiado Fabricio Correa.

Aunque el apoyo regional al presidente ecuatoriano no se hizo esperar, el clima en Quito se había transformado el jueves en un hervidero y la misma situación se vivía en el interior de la familia presidencial. Mientras Rafael Correa aseguraba, en una entrevista con la televisión ecuatoriana, que temía por su vida, la madre del primer mandatario, Norma Delgado Rendón, era trasladada a una casa de la familia para evitar el contacto con la prensa.

Por ese entonces, sin embargo, ya se alzaban entre los Correa voces que diferían de la versión oficial que el gobierno instalaba en los medios. “Esto no es un golpe de Estado. Fue un secuestro presidencial”, afirmaban allegados a la familia del primer mandatario, horas antes de que efectivos del Ejército rescataran al presidente del hospital donde estaba recluido.

Esa misma posición era compartida ayer por dirigentes de la oposición. “Hay que analizar quién sugirió al presidente exponerse e ir a la boca del lobo, y más con un discurso agresivo y confrontativo. Acá los únicos secuestrados fueron los medios de comunicación”, aseguró el asambleísta del Partido Social Cristiano (PSC) Leonardo Viteri, abonando la teoría de la familia de Correa. En tanto, el mensaje del primer mandatario en los balcones del Palacio de Carondelet, en el que prometió “ni olvido ni perdón” para los sublevados, calaba hondo ayer entre sus máximos colaboradores. “Vamos a investigar para determinar a los autores materiales e intelectuales de estos acontecimientos, y ellos deberán ser castigados, no solo administrativamente, sino también de forma penal”, declaró el ministro de Justicia, José Serrano, al tiempo que comenzaba la purga entre los uniformados sublevados y renunciaba el comandante de la Policía, Freddy Martínez.

A pesar de las críticas de la oposición y de su hermano mayor, Correa contó con el apoyo de los países integrantes de la Unión Sudamericana de Naciones (Unasur), que resultó vital para imponerse a los uniformados sublevados y controlar la crisis política. En una reunión de urgencia celebrada en Buenos Aires, los líderes de la región acudieron a la Cancillería argentina y, junto a Néstor Kirchner, secretario general del bloque, y la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, respaldaron al gobierno ecuatoriano y decidieron enviar a Quito a sus respectivos cancilleres. Y aunque la crisis política ya había sido resuelta, aún resonaban en los oídos del jefe de Estado ecuatoriano las palabras que le dedicó Hugo Chávez en uno de sus diálogos telefónicos, mientras resistía en el hospital policial: “Correa, tú no mueres hoy”.