Confirmado
Cada vez más los Kirchner se parecen a Martínez de Hoz (y Menem)

Cada vez más los Kirchner se parecen a Martínez de Hoz (y Menem)
12/07/2010 | Atraso cambiario: esa es la palabra "maldita" que acuña el plan económico en ejecución. Ya ocurrió en la Argentina 1973-1975, en 1977-1981 y en 1995-2000. Siempre termina mal porque la "salida" del atraso cambiario es desordenada, por explosión. En 1973-1975 fue para sostener el "pacto social" de Juan Perón-José Ber Gelbard; en 1977-1981 fue para darle "popularidad" al Proceso de Reorganización Nacional y financiar el armamentismo militar; en 1995-2000 fue para financiar un falso estándar de vida; y ahora será para Kirchner 2011. Así lo cuenta Ecolatina (que es bastante piadosa en su análisis ya que se encuentra entre los progenitores del "modelo" vía Roberto Lavagna):  

Es una paradoja: los Kirchner consideran a José Alfredo Martínez de Hoz un ícono del gobierno cívico-militar Proceso de Reorganización Nacional; y a Carlos Menem, la 'bestia negra' que quiso convertir al Partido Justicialista en un partido neoliberal. Sin embargo, el 'eje del modelo', que es el tipo de cambio, se acerca a las peligrosas performances de esos años. Y el denominador común es la fuga de capitales).

(Ecolatina). A continuación presentamos algunas tendencias futuras de la economía Argentina que surgen de un estudio especial realizado por Ecolatina sobre las “Perspectivas de Mediano Plazo” de nuestro país.

En dicho informe se detalla la evolución más probable de las principales variables macroeconómicas (Escenario Base) y los posibles desvíos –Positivo y Negativo- de dicha trayectoria.

Un punto importante que se destaca en el estudio es la dinámica de las variables nominales de la economía. Puntualmente, es preocupante la disparidad entre el ritmo de expansión de los precios minoristas y el tipo de cambio $/US$.

Según nuestras proyecciones la inflación terminará el año por encima del 25%, lo que implica el mayor incremento de precios minoristas desde la devaluación. Para peor, esperamos que siga trepando algunos puntos más en 2011.

Diversos factores explican el incremento de la inflación en el mediano plazo. Entre ellos se destacan la aceleración del gasto en el período pre-electoral, un mayor financiamiento al Tesoro con recursos del Banco Central y una creciente puja nominal entre precios y salarios. A esto se le agrega la recomposición de ingresos de los sectores informales y pasivos.

Dado que no esperamos que el Ejecutivo implemente un plan antiinflacionario consistente, las únicas herramientas para acotar la inflación en el futuro seguirán siendo el tipo de cambio -que actúa como ancla nominal de la economía- y los subsidios a las tarifas públicas.

Si bien el tipo de cambio nominal no se mantendrá fijo, se depreciará a un ritmo menor que el alza de los restantes precios de la economía. Esto implica un fuerte deterioro de la competitividad externa por el fuerte incremento de la inflación y los salarios en dólares.

Esta estrategia genera mayores presiones al alza de la cotización del dólar. Más aún, esperamos una mayor salida de capitales a medida que se aproximen las elecciones presidenciales (aumenta la incertidumbre), y un superávit comercial menos abultado.

No obstante, si los términos de intercambio se mantienen en los niveles actuales, el BCRA podrá controlar la cotización del dólar resignando una porción mínima de las reservas internacionales.

Según nuestras proyecciones, al cierre de 2011 el tipo de cambio real bilateral ($/U$S) se ubicará en torno de los niveles de fines de la convertibilidad.

Más aún, si se mantiene la paridad real de las monedas de nuestros principales socios comerciales respecto del dólar, la competitividad multilateral se ubicaría 30% por debajo del promedio de las últimas dos décadas.

Si bien el atraso del tipo de cambio es sostenible en el mediano plazo, se sentirán las consecuencias.

En primer lugar, la rentabilidad de los sectores transables se reducirá y por ende también los incentivos a invertir en estas actividades.

Por ejemplo, el encarecimiento en dólares complica en términos agregados a la industria y el turismo receptivo pero mejora las perspectivas de algunos servicios no transables como el comercio.

Asimismo, como los salarios seguirán de cerca a la inflación para no perder poder adquisitivo, el costo laboral en dólares seguirá trepando mientras se abarata la incorporación de bienes de capital importados.

La menor inversión y el encarecimiento del empleo en dólares, continuará reduciendo la creación de nuevos puestos de trabajo por cada punto adicional de incremento del PBI. En otros términos, a diferencia del período 2003-2007, el crecimiento será menos intensivo en mano de obra, tal como sucedía durante la convertibilidad.

Por último, si bien el intercambio comercial seguirá siendo superavitario –gracias a los elevados términos de intercambio- se espera una importante reducción del saldo por un mayor dinamismo de las importaciones respecto de las exportaciones.

Lo positivo es que en cualquiera de las trayectorias analizadas en el informe (Escenario Base, Desvío Positivo y Desvío Negativo) el próximo Presidente electo no recibirá el país con un riesgo de crisis económica en el horizonte de corto plazo. Sin embargo, los grados de maniobra serán más acotados que los actuales. La pérdida de competitividad externa mencionada es sólo un ejemplo.

Quizás el desafío más importante -hoy subestimando-, es revertir el proceso gradual de adaptación a una inflación persistentemente elevada. Hace más de cuatro años que los agentes económicos conviven con tasas de dos dígitos y es muy probable que la suba de precios supere el umbral del 30% en 2011.

De hecho, el proceso inflacionario ya presenta inercia propia y las negociaciones salariales comienzan a guiarse por la expectativa de futuros aumentos en los precios. Incluso, en algunos casos se plantea la posibilidad de reabrir paritarias antes de fin de año, señal de acortamiento de los contratos nominales.

Lo más peligroso es que si en 2012 no se ataca definitivamente el problema inflacionario, cualquier depreciación brusca del peso -para intentar recuperar competitividad externa- va a derivar en una aceleración del proceso de suba de los precios.