Policiales
El milagro del gol elaborado
Como cualquier hijo de vecino, River puede ganar (poquito), empatar o perder, diría Perogrullo. Ahora, ¿cómo hace para jugar bien? ¿Cómo hace si a la mayoría de sus jugadores le quema la pelota? ¿Cómo hace si forma un mediocampo con Ahumada y con Almeyda de doble cinco, y con el Abelairas errático de hoy? ¿Quién se la da redonda a Gallardo, como siempre acotado por sus privaciones físicas? ¿Quién le hace entender a Villalva que no puede gambetear a medio mundo? ¿Quién es capaz de cambiar el ritmo, de acelerar cuando es necesario y de apaciguar cuando las circunstancias lo requieren? ¿Quién pone a un delantero frente al arquero rival? Cuando entra Díaz --uno de buen pie--, sale Gallardo. A empezar de vuelta, entonces. No hay sociedades y el fútbol, se sabe desde el fondo de la historia, es un juego de sociedades.
Astrada no es Mandrake: hace lo que puede. Prueba, analiza, cambia nombres y esquemas. No encuentra el equipo, está a la vista. Se equivoca, más de una vez elige mal, es cierto, pero también lo es que cuenta con escaso material de jerarquía. Los refuerzos no cambiaron radicalmente el viejo escenario. River es lo que es: un limitado equipo de mitad de tabla. Al menos, ayer se dio un gusto: gritó un gol pensado. En días tan agrios, cualquier dulce tiene el mejor de los sabores.