Policiales
River se desahogó con el goleador menos pensado

05/03/2010 | River festejó su triunfo mínimo como si hubiera sido una conquista máxima. El 1-0 a San Lorenzo, primera victoria en el Monumental en 2010, lo sacó de perdedor, incluso más allá de su juego, que sigue siendo escaso. Fue, en definitiva, un desahogo necesario. Nada más que eso. Todo eso.

No hay casualidad en la realidad: a River no le va bien porque juega mal; San Lorenzo no hace goles porque no genera jugadas. Así llegaron a este clásico entre grandes que no parecen tales. Un detalle numérico: antes de empezar el partido, entre los dos juntos sumaban menos triunfos que Godoy Cruz.

Cuando arrancó el partido comenzaron a exhibir razones para justificar ese presente traumático y compartido. Hicieron poco o nada para matar la modorra de un partido en apariencia condenado al aburrimiento. Parecía la contracara del impresionante 4-4 protagonizado por Vélez y por Boca en esta séptima fecha del Clausura.

River no encontró sociedades creativas para desequilibrar; San Lorenzo, menos. Tampoco aparecieron salvadores individuales, de esos que en un suspiro transforman un bodrio en un golazo y/o en un triunfo. Entonces, el partido se hizo arduo, áspero, por momentos tedioso.

Dentro de ese marco, en la primera mitad, River fue apenitas más. Con poco, es cierto. Pero con la voluntad de ir a buscar, de intentar, al menos. En los primeros quince minutos, sobre todo, River pareció más cerca de gritar. Lo trató de acorralar a San Lorenzo, lo presionó cerca del arco de Pablo Migliore. Y lo tuvo a partir de una combinación entre Gustavo Canales y Daniel Villalva. Lo otra situación clara en ese lapso derivó en la situación más polémica: dio la impresión de que Fernando Meza le cometió penal a Villalva cuando el delantero de River tenía todo listo para definir.

Después de ese cuarto de hora, el encuentro volvió a tropezar con su condición de partido feo. Poco fútbol, poca inspiración, pocas llegadas. Tal vez por eso, el reclamo casi unánime de los hinchas de River en el entretiempo: "Orteeeeeeeeeega/Orteeeeeeeeeeeega". Quería que el ídolo ahora desplazado estuviera ahí, tratando de ofrecer lo que solía ofrecer: capacidad de desequilibrio.

San Lorenzo, que había sido un equipo partido en el primer tiempo, incapaz creativamente, para el segundo tiempo se mostró con otra búsqueda. Diego Simeone -proclive siempre a modificar durante el partido- arrancó el partido con un 4-4-2; primero, sacó a Gastón Aguirre (lesionado), puso a Alejandro Gómez y armó un 4-3-1-2; y para el complemento incluyó a Leandro Romagnoli por Cristian Leiva y dispuso un 4-2-2-2, el mismo diseño del San Lorenzo del Ingeniero Pellegrini. Y así, juntó a Pipi con Papu -los dos más hábiles- y construyó su mejor momento en el partido. Entre los 12 y los 18 minutos generó sus tres llegadas más claras del partido, incluido un cabezazo de Jonathan Bottinelli en el travesaño. Pero se desinfló pronto. Romagnoli y Gómez dejaron de ser influyentes y entonces hasta este River que no parece el River que cuenta la historia se animó de nuevo. Y fue tras los pasos de su triunfo.

Y lo encontró con el superhéroe menos pensado: Facundo Affranchino, ese chico de 20 años, nacido en Paraná y criado en el club, al que le bastaron cuatro minutos en el campo de juego para cambiar la historia de un reparto de ceros anunciado, casi inevitable. Entró a los 24 y a los 28, le puso su pie derecho a la mejor jugada colectiva del encuentro: aparición por la derecha de Paulo Ferrari, toque hacia adentro para Canales, pase de cachetada para el juvenil y gol del juvenil. Y grito de un Monumental que necesitaba ese desahogo.

Lo que siguió después fue la confirmación de dos cosas: primero, de lo mucho que le cuesta a San Lorenzo llegar al gol; lo segundo, lo dificultoso que le resulta a River obtener un triunfo. Ayer, le alcanzó con un gol y casi nada más. Hay una certeza incómoda: no siempre podrá ser igual.